Naranja con yogur
Cuántos años me he llevado sin comer naranjas con yogur... Y todo porque alguien me dijo, de niño, que el yogur no se podía tomar ni antes ni después de comer naranjas; el yogur llevaba leche y la leche se podía cortar con el jugo de la fruta, según recuerdo la explicación. Para mi se convirtió en uno de esos axiomas fundamentales para la salud, aunque recuerdo que existían yogures de Yoplait "sabor naranja"; no existían batidos de naranja, sin embargo. Me encontraba en la disyuntiva de elegir, entre el miedo a morir por una mezcla mortal de yogur y naranja -algo que debí de haber superado cuando cogí el "delirium tremens" con una receta personal de whisky, licor de menta, ginebra y vodka; "stirred, not shaked", obviously-, o asumir que podía existir un mundo de eternas posibilidades en la mezcla de sabores.
Años de elegir entre salado o dulce, regaliz negro o regaliz rojo, chicle de menta o chicle de fresa, sandía o melón, rubias o morenas, Cola-cao o Nesquick, etc. Nunca pude adivinar que el secreto de la gastronomía estaba en la justa combinación de estos matices que, como pasa en la vida con felicidad y tristeza, no existirían el uno sin el otro ni podrían convivir en el mismo espacio-tiempo.
Gracias a Manuél, proveedor de delicias culinarias para exigentes gourmets desde su restaurante AncáManué, por fomentar la mezcla de sabores, texturas y aromas.
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