Mi "Gran Torino"
Ayer estuve viendo "Gran Torino", la última película de Clint Eastwood. Dejando aparte la crítica puramente cinematográfica, la cinta me trajo recuerdos entrañables.
El personaje de Clint Eastwood, Walter Kowalski, un puro norteamericano de ascendencia polaca, ayuda a su joven vecino de rasgos orientales a encontrarse a si mismo a través de una de las virtudes americanas por excelencia el trabajo duro y honrado, frente a las malas influencias de una banda juvenil. No sigo para no destripar la totalidad del argumento a nuestros lectores, que me consta que aún van al cine de pago.
En fin, que la actitud de Walter me hizo recordar aquellos días en los que, hecho un pimpollo recién separado, blandito y sensible, mi tío Peter se encargó de ayudarme a emprender mi camino como "cable dog", trabajando como "splicer" novato, en su companía. Recuerdo la visita a la tienda de herramientas, creo que fue un Home Depot, y cómo me prestó el dinero para adquirir lo necesario para poder trabajar adecuadamente, así como parte de sus herramientas personales. Luego vino el esfuerzo de enseñarme a trabajar como debía hacerlo para poder ganarme el sueldo decentemente, a lo que ayudó José, un compañero oriundo de Costa Rica muy exsperimentado en el oficio, apretandome las tuercas hasta que tuve soltura para manejarme, más o menos bien, en el mundo del cable. Recuerdo el primer día, con las manos hinchadas de tanto apretar piezas unas con otras, de cortar cable con el cutter profesional, de cavar hoyos para encontrar el cable al que empalmar la salida nueva, cansado y sudado pero satisfecho de llegar al taller con mi "six-pack" de Heineken después de un largo día. Recuerdo cómo me sentí arropado por los compañeros que compartieron conmigo unas cervezas y especialmente recuerdo el rostro de mi tío Peter, con la mirada bonachona y jovial, contento por haberme ayudado a empezar una andadura profesional con dignidad. Tengo pocos modelos inspiradores en mi vida, seguramente porque soy un "enterao" y un egoísta nato, pero uno de ellos es mi tío Peter Eklund -por cierto gracias a quién descubrí también el placer de navegar a vela-, "my own private Gran Torino".
Recuerdo mi estancia en los EUA con agrado, quizás con poca objetividad porque yo disfruté como un hobbit en una taberna humana, todo gracias a mi tío Peter, mi tía Ana y mi hermana Laura. Espero que, cuando vuelva al país de Obama, no me traicione la realidad quitando el velo al lugar que recuerdo como escenario de parte de mis sueños.
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