Las chanclas no son para la ciudad

Estos muchachos cumplen con todo lo que se aconseja en el artículo


Cuando el termómetro echa humo, se impone el todo vale en el vestir. Minis de infarto en los museos, chanclas playeras en los restaurantes, pareos en el buffet del hotel... Ningún letrero en la entrada –salvo contadas excepciones– lo impide. Tampoco hay normas escritas que marquen las pautas, pero ciertos ‘looks’ veraniegos contradicen las reglas básicas del estilo y, en ocasiones, de la buena educación. Para saber qué llevar en cada situación en estas vacaciones, los expertos desvelan sus claves.

«Con la ropa demuestras el respeto al sitio a donde vas y a las personas que allí están», apunta Pilar Sánchez Cano, directora de la Escuela de Protocolo Social y Empresarial (www.protocoloempresarial.net). Su máxima para nunca errar tanto en el vestir como en el comportamiento es:«Todo lo que pueda molestar, herir, faltar o crear tensión a los demás, es de mala educación». Para Raquel Alguacil, ‘personal shopper’ y directora de Tevisto (www.tevisto.es), el truco de la elegancia se esconde en «nunca llamar la atención».

Lola Carretero, experta en moda, aconseja «aprovechar cualquier momento en el hotel para cambiarse» de modelito y adaptarse a las circunstancias. Y es que el conjunto de la playa no es válido para hacer turismo por la ciudad. «Todo lo que esté pensado para la playa no debería salir de ella», apostilla el sociólogo de moda Pedro Mansilla. Las chanclas, advierten todos, son un ejemplo. «Donde el protocolo no llega, está la buena educación», sentencia.

Para comer

Desayuno en el buffet: ¿con biquini y pareo?

Diez de la mañana en un hotel de la costa. Es la hora de empezar la jornada playera, pero antes hay que llenar el estómago en el buffet libre. Las mujeres sacan el biquini y el pareo; los hombres el bañador y la camiseta. Primer error de estilo. «Es una falta de respeto ir al comedor en bañador», indica Pilar Sánchez Cano. Algunos hoteles incluso lo prohíben. En estas situaciones, lo ideal para las mujeres, como señala Lola Carretero, es optar por una camisola, un vestido ligero o un caftán, «tan socorrido en esta época del año». Para ellos, la elección más apropiada es un pantalón de algodón ligero o unas bermudas acompañadas de un polo.

En el chiringuito, las normas se relajan pero sin desaparecer. Se acabó el comer recién salido del agua y sin camiseta, sólo con el bañador. «No es del todo incorrecto si estás en la misma playa, pero lo más adecuado es cubrirse aunque sea mínimamente», aclara Pilar Sánchez Cano. «No apetece almorzar viendo a la gente sin ropa y sudando. Además, no es higiénico», mantiene Alguacil. En estos casos, el pareo sí es una apuesta segura para ellas. «Es muy sugerente: consigue cubrir lo desagradable y deja entrever lo agradable», explica Mansilla. Los hombres lo tienen fácil: sólo deben colocarse una camiseta con el bañador.

En la playa

Elegante pero sin pasarse

Cada temporada surge la misma pregunta: ¿qué me pongo para la playa? Es el momento de hacer acopio de lo que sobrevivió al año anterior: el bolso de plástico que regalaban con la revista, las zapatillas de propaganda, la toalla que acompañaba a la crema... Error: sobre la arena o en la piscina tampoco vale cualquier cosa. «El glamour está desapareciendo», lamenta Mansilla, partidario de recuperar el conjunto de zapato de tacón y bañador que lucían las artistas de Hollywood de los 50 para la piscina.

Si no se siente preparada para ese look de estrella, Alguacil recomienda un conjunto más sencillo: caftán transparente –«la playa es el único lugar donde poder lucirlos»– o con algo de pedrería, sombrero y bolso de rafia –muy de moda este año– y gafas XL. Además, en su opinión, combinar los colores (las sandalias con el bolso, el biquini con la toalla...) aporta un toque de elegancia. Lo mismo cree Sánchez Cano: «En esos pequeños detalles se aprecia más el buen gusto que en el oro que lleves encima».

Lola Carretero también apuesta por la sencillez y la comodidad para tumbarse al sol: hay que ir «con el pelo recogido y sin joyas». Y, por supuesto, nada de maquillaje en el rostro. Está fuera de lugar.

En la ciudad

Las sandalias de playa se quedan en la arena

Es una de las reglas de oro: las chanclas de playa son, como su nombre indica, para la playa. Ni para la ciudad, ni para pasear al atardecer, ni para comer en un restaurante: sólo para llevar sobre la arena, «sin paliativos», apostilla Carretero. Parece una evidencia, pero a juzgar por lo que cada día se ve en las calles y a las puertas de los museos, no lo es. «Es de mal gusto e incómodo», afirma Mansilla. Para hacer turismo, como recuerda Alguacil y Sánchez Cano, hay otro tipo de sandalias más refinadas, con pedrería, flecos o suela de piel.
El calzado adecuado debe de acompañar a una vestimenta apropiada para la ocasión. Entrar en un museo, una iglesia o un monumento con un minishort y en tirantillas ellas, o un bañador y camiseta ajustada ellos no es señal de buena educación. De hecho, en muchos espacios –como el Vaticano– ofrecen a los turistas monos de plástico para permitir el acceso a su interior.

Para evitar contratiempos, lo mejor es ir sobre seguro: falda ligera con camisa o vestido corto –que no supercorto– para la mujer; y pantalón largo de algodón o lino, con camiseta o camisa para el hombre. Las bermudas bien llevadas, es decir, con zapato cerrado tipo mocasín y un polito o camisa remangada, también es una opción válida. «La bermuda no me parece lo peor del verano: más terrible aún es la camiseta de tirantes y las chanclas en un hombre», reflexiona Mansilla.

Al sol

Topless: ¿se puede hacer en la piscina?

El topless es hoy una práctica habitual y normalizada, pero ¿hay lugares dónde se recomiende no hacerlo? Las opiniones son diversas. «Salvo que se prohíba expresamente –como sucede en algunos hoteles–, va en las ganas de intimidad de cada uno», apunta Carretero. Para Mansilla, que las mujeres luzcan el torso al descubierto tiene un límite: «Que alguien te mire». «Si hay espacio y la mirada del otro no tiene porqué cruzarse contigo salvo que quiera, puedes hacer topless. Así, si te encuentras incómoda sólo tienes que darte media vuelta.

(Fuente:La Voz Digital)

Mis primeras visitas a Cádiz, ya como consorte de gaditana guapa, yo también sufrí de esos dolores. Yo también llevaba un polo, bermudas y zapatos náuticos, para bajar a la playa. Pero cuando te haces gaditano (aunque de adopción) de pro y vives aquí de forma permanente, te das cuenta de que esas normas de protocolo quedan eclipsadas por las propias de la ciudad. No sólo se llevan las chanclas todo el año, junto a las bermudas del "piojito" y la camiseta ganada en el último concurso de pillarse un pedo a base de ron, sino que además se llevan en cualquier lugar, junto a la gorra marinera. Las camisetas de tirantes son habituales en la playa porque así dejan ver mejor los cordones de oro, los medallones y los tatuajes. En fin, que la señora que escribe el artículo debería darse una vueltecita por La Caleta o La Victoria para comprender la idiosincrasia gaditana en el vestir veraniego.

Dicen que hay un lugar mítico en la costa gaditana -desconocido su paradero, a excepción de unos cuantos elegidos- en el cual los amantes del estilo y el protocolo se reúnen para sacrificar polos Lacoste -pasados de temporada-, al Dios Carlos García Calvo. Dicen que Ana Rosa es habitual. Pero es una leyenda urbana. Aún no he conocido a ningún gaditano que haya asistido a esas orgías de bañadores "haute couture" y sandalias forradas con madre perla. Inquietante.
Lo que sí es cierto es que uno debe demostrar su educación y estilo personal adaptándose al medio, al entorno. Además, habría que empezar por enseñar civismo antes que estilismo. Enseñar al populacho a recoger las basuras después de un día de playa, o educar a los hijos en el disfrute de la playa sin dar por el culo a los vecinos de arena, no estaría mal como comienzo.
Para terminar una de refranero popular, verdadero deposito de sabiduria mundana:
"Dónde fueres, haz lo que vieres."

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