Los túneles de Cádiz
Desde que llegué a Cádiz, he estado escuchando por doquier testimonios de gaditanos que aseguran que, en el subsuelo del Cádiz actual, existe toda una red de pasadizos subterráneos o túneles. Parece ser que la "leyenda urbana" está basada en realidades tangibles. De ser así, es una pena que algo de tanto atractivo para el turismo esté sin explotar. Incluso hay un programa en el Canal de Historia, titulado "Ciudades bajo tierra", en cuyos capítulos se van visitando distintas ciudades del mundo que cuentan con este tipo de estructuras subterráneas.
Una pena que no se permita su puesta en valor y explotación, especialmente existiendo ya un proyecto por parte de una empresa local, Monumentos Alavista, que ya ha demostrado su capacidad para atraer el turismo cultural con su gestión del yacimiento arqueológico "Casa del Obispo".
Os dejo un artículo muy completo sobre los mismos, con algunas fotos "pescadas" en internet.
Son muchos los relatos míticos sobre Cádiz que cuentan que la ciudad se encuentra atravesada por una serie de galerías subterráneas que permiten desplazarse por su subsuelo de forma rápida y secreta. Hoy esta leyenda ha dejado de serlo para convertirse en realidad: esos túneles existen y MÁS ALLÁ ha estado en ellos.
Hablar de túneles que atraviesan las entrañas de Cádiz era, hasta hace bien poco, hacerlo de simples cuentos para niños. Historiadores y arqueólogos de reconocido prestigio en la capital gaditana han negado rotundamente, unas veces en los medios de comunicación y otras a través de trabajos de investigación, la existencia de estos conductos subterráneos. “Simples patrañas” o “fantasías que sirven para avivar una polémica estéril” han sido algunos de los calificativos empleados por estos expertos, que, por supuesto, nunca dieron el menor crédito a los testimonios de personas mayores que aseguran haberse aventurado por esos pasadizos en épocas pretéritas. Curiosamente, y como a veces ocurre con los caprichosos misterios de la Historia, ha tenido que aparecer alguien que no se ha escudado en conocimientos históricos académicos para dar crédito a esos testimonios e iniciar así la persecución de un sueño. Su nombre es Germán Garbarino, y gracias a su espíritu aventurero y a sus investigaciones de campo ha conseguido encontrar los pasadizos que atraviesan la mítica Gades. Y es que las leyendas encierran a veces más verdades de las que creemos.
COMIENZA LA AVENTURA
La primera vez que Germán escuchó hablar de los túneles de Cádiz fue en el instituto, en clase de Historia, cuando un profesor contó la “aventura” que supuestamente habían vivido en la posguerra unos niños apenas entrados en la adolescencia. Esa experiencia había dado lugar a una leyenda urbana conocida por todos los habitantes de la capital: la de los doce moros. Al parecer, los pequeños habían desaparecido en el barrio de San Juan y, al cabo de tres días, reaparecieron en las playas de Santa María del Mar saliendo a través de unos túneles conocidos como Cuevas de Maríamoco. El suceso ocupó algunas páginas de los periódicos de la época. Según su relato, los niños se habían introducido por unas galerías en una zona conocida como Campos del Sur y desde allí habían empezado un periplo (con extravío incluido) que concluyó con una genuina y original excursión a través de las entrañas de la ciudad. En el transcurso de la misma encontraron una serie de pasadizos de diferentes tamaños que estaban salpicados ocasionalmente por cúpulas, salas enormes, estancias desiguales, celdas y más de una habitación amueblada y dispuesta para su uso.
El conjunto estaba perfectamente comunicado por pasillos tortuosos y salpicado de subidas y bajadas en las que las escaleras, trabajadas y bien definidas, eran parte importante del entramado. Fue allí abajo, en una de aquellas cavidades, donde los niños vieron “doce moros alrededor de una mesa jugando a las cartas”. La historia impactó a Germán Garbarino hasta tal punto que pronto se dispuso a indagar si lo que aquel profesor les había contado era verdad o no. En su afán investigador se topó con las risas y el sarcasmo de muchos, que le aconsejaron que abandonara sus “fantasías” y que dejara de perseguir quimeras. Afortunadamente, Garbarino no hizo caso de tan nefastos consejos. Por eso al cabo de los años, cuando terminó sus estudios universitarios en Sevilla, regresó a Cádiz con la intención de desvelar la verdad sobre tan peculiar asunto. A base de mucho esfuerzo consiguió localizar a uno de los niños que había protagonizado la aventura, con cuya ayuda delimitó los márgenes del supuesto recorrido. Su sorpresa fue mayúscula al comprobar no sólo que las galerías por donde habían entrado los críos existían, sino que al final de unos 100 m de pasillo subterráneo desde la entrada había, efectivamente, una sala abovedada que contenía una representación de la Última Cena hecha en mármol ennegrecido y en la que los apóstoles se encontraban dispuestos alrededor de una mesa. Con eso demostró no sólo que la leyenda de los túneles era cierta, sino que también lo era la de los doce moros.
TÚNELES CON HISTORIA
Comprobada la existencia de los túneles, quedaba constatar sus orígenes, su extensión y sus ramificaciones. A este respecto, los descubrimientos de Monumentos Alavista, empresa creada por el propio Germán Garbarino que tiene los derechos sobre la futura explotación de los mismos, han sido sorprendentes. Según los estudios realizados se trata de unos 8 km de galerías subterráneas de tres tipos: las que se encuentran bajo el casco de la zona más antigua de la ciudad, las pertenecientes a murallas y torreones defensivos y aquéllas que fueron creadas para evitar la caída de Cádiz en manos de las tropas de Napoleón. Los túneles más antiguos son los que unían los edificios más significativos de la Gades romana: desde templos a palacios, pasando por zonas comunes, todos vertían sus aguas a esos enormes conductos. A partir de ahí, y a medida que la ciudad crecía, se construyeron ramificaciones que conformaron junto a los primitivos conductos toda una red de fuga. De hecho, no son pocos los hallazgos en los que se ha podido constatar la existencia de entradas y salidas ocultas tanto en casas de nobles como en organismos oficiales y eclesiásticos. Y es que, amparados en la clandestinidad de estas oquedades, era fácil transportar efectivos de un lado a otro o evitar ser sorprendido en actividades de índole diversa. Tal fue la variedad de ramificaciones y usos que tuvieron aquellos pasajes del submundo que incluso se llegaron a excavar salas estratégicamente situadas que permitían realizar multitud de actividades: desde refugios a celdas de castigo, pasando por alojamientos, capillas, salas de almacenaje, paso obligado de contrabandistas... Ciertamente, hubo épocas en las que estos corredores llegaron a ser sumamente populares para unos pocos. Sin embargo, de los tres tipos de túneles los más significativos fueron sin duda los que se construyeron para evitar la caída de la plaza en manos de los soldados de Napoleón. A la vista de los resultados, no pudieron ser más propicios.
MINAS Y CONTRAMINAS
En los primeros meses de 1810 las tropas napoleónicas pusieron cerco a la ciudad de Cádiz en su afán por conquistar la totalidad del territorio andaluz y acabar así con una parte importante de los reductos rebeldes. Unos 19.500 hombres del I Cuerpo del Ejército, bajo el mando del mariscal Claude Perrin Víctor, uno de los responsables militares más destacados y reputados del ejército galo, sitiaron la emblemática ciudad y se dispusieron a esperar pacientes lo que, sin duda, creían que iba a ser una tarea sencilla. Pronto se dieron cuenta de que las cosas no iban a transcurrir como pensaban. Era imposible atacar desde el mar la ciudad. Desde que, a partir del siglo XVII y a raíz de los terribles sucesos de 1596 (ver recuadro en la pág. 36), sus murallas defensivas fuesen concebidas para convertir la plaza en una urbe inexpugnable, cualquier intento de asalto era rechazado con una facilidad pasmosa. Así que lo único que podían hacer las tropas del emperador era esperar a que el asedio por tierra surtiera efecto... cosa que nunca llegaría a ocurrir.
Para empezar, Cádiz recibía continuamente provisiones, armamento, material y hombres a través del Atlántico, hasta tal punto que en mayo de 1810 la ciudad contaba con más de 26.000 efectivos que repelían cualquier intento de invasión. Para contrarrestarlo, el ejército francés levantó una impresionante línea de fortificaciones con más de 300 piezas de artillería que, a la postre, resultó insuficiente para doblegar el coraje de los sitiados. Fueron varios los elementos que contribuyeron a que el asedio no triunfase. Por un lado, resultó fundamental el sistema especial de fortificaciones exteriores que tenían las defensas gaditanas: los glacis de Cádiz.
Consistían básicamente en una serie de murallas externas sólidas, con formas irregulares, dispuestas en varias líneas que se encontraban fuertemente defendidas. Su función era dificultar de manera efectiva el avance de las huestes invasoras hasta la última línea de defensa (situada en Puerta de Tierra). Para ello cada glacis debía ser rebasado primero, de tal forma que las tropas defensivas podían ser replegadas hasta la segunda línea, a la par que las tropas invasoras entraban en una especie de secciones que convertían las separaciones entre glacis en auténticas trampas laberínticas.
Por si eso fuera poco, los gaditanos idearon un sistema novedoso de minas y contraminas que fue la puntilla al afán conquistador de los efectivos del mariscal Víctor. Desde distintos puntos de esos glacis, y siempre en dirección hacia las posiciones enemigas, se habían excavado una serie de galerías de largo recorrido con cámaras situadas a diferentes niveles ya intervalos irregulares. Los túneles superiores eran minas a través de las que se accedía a dichas cámaras, que previamente se habían llenado con explosivos, que eran detonados cuando los franceses de acercaban o cuando se asentaban en campamentos ubicados sobre ellas. Las bajas enemigas a causa de estas actuaciones fueron numerosas.
Las contraminas eran otra serie de galerías que pasaban por debajo de las minas y que servían para que pequeños grupos abandonasen la ciudad sitiada por detrás de las filas francesas y realizasen pequeñas escaramuzas que desorientaban a los soldados invasores. Teniendo en cuenta que Cádiz fue la única ciudad española que no sucumbió a la conquista de las huestes napoleónicas, no resulta exagerado afirmar que los túneles que salían desde los glacis cumplieron totalmente su cometido. Una vez más, la historia de la ciudad se asoció fielmente al desarrollo de corredores bajo su subsuelo. Pero no fue la última.
LA EXPLOSIÓN DE 1947
El 18 de agosto de 1947 se produjo en Cádiz una de las mayores tragedias de la historia de nuestro país. A las diez menos cuarto de la mañana una explosión de proporciones descomunales sacudió la ciudad (MÁS ALLÁ 183) y arrasó totalmente los barrios de San Severiano, Barriada España y Bahía Blanca, así como los astilleros Echevarrieta y Larrinaga y el Hogar del Niño Jesús (más conocido como la Casa Cuna). Aquel desastre dejó un balance de más de 200 personas fallecidas y 5.000 heridas. Eso es al menos lo que aseguraron las autoridades de entonces, pese a que existen testimonios que demuestran que el número de fallecidos y heridos fue muy superior. El Gobierno dijo que la causa de la catástrofe había sido la detonación por causas desconocidas de más de 1.600 cargas explosivas que permanecían intactas desde la Guerra Civil Española. Entre el material explosionado se encontraban cabezas de torpedos, minas submarinas y cargas de profundidad. Una de las opciones barajadas para explicar el infortunio fue que el mal estado de muchas de las piezas acumuladas, sumado a un almacenamiento incorrecto. Sin embargo, teorías más recientes afirman que aquella devastación se pudo deber a un sabotaje relacionado con la postura que sostuvo nuestro país durante la II Guerra Mundial. Sea como fuere, lo que realmente llama la atención es que las consecuencias del suceso fueron mucho peores de lo que era de esperar si nos atenemos a los detalles proporcionados por los responsables del Gobierno Civil de entonces. Se calcula que la detonación fue similar a la de unos 10.000 coches bomba, pero los estragos ocasionados fueron cuantitativa y cualitativamente superiores. ¿Por qué? Hasta la fecha se barajaba como respuesta sólo una hipótesis: o el volumen del material explosivo almacenado era mayor del que se reconoció oficialmente o había armas de mayor calibre y poder destructivo. Sin embargo, ahora cabe plantearse la duda razonable de si los túneles recientemente descubiertos tuvieron algo que ver con el desastre. ¿Pudo coincidir la zona de almacenamiento de las armas con algunos de esos recovecos? ¿Se magnificó la explosión debido a la ubicación bajo el lugar del material militar de algún depósito de munición olvidado de la Guerra de Independencia? Y lo que es más inquietante: ¿podría volver a repetirse algo así?
Lo que nadie puede negar a estas alturas es que la relación entre este gigantesco entramado de laberintos y la ciudad de Cádiz ha sido más que estrecha a lo largo de la Historia. Por eso sorprende especialmente que los especialitas hayan ignorado, cuando no negado sistemáticamente, la existencia de estos túneles. Pero al final la Historia siempre nos sorprende con guiños que dejan claro que no todo está tan asentado como muchos creen o quieren hacernos pensar.
LA MURALLA DE LAS LAMENTACIONES... DEL ENEMIGO
A finales de junio de 1596 una flota anglo-holandesa compuesta por 157 navíos apareció frente a las costas gaditanas. A bordo de esas naves, que estaban comandadas por el Conde de Essex, viajaban 15.000 hombres. En una batalla desigual, ya que la guarnición de Cádiz apenas contaba con unos centenares de hombres, la ciudad tardó poco en caer y ser saqueada y arrasada. La barbarie de destrucción duró unas dos semanas. Tras la marcha de los invasores los supervivientes decidieron que aquella situación no volvería a repetirse. Reforzaron las defensas alrededor de la antigua Gades y la convirtieron en un bastión prácticamente inexpugnable. Toda la isla fue rodeada por una muralla de varios niveles y tal conglomerado de ramificaciones interiores que permitían, en caso de emergencia, desplazar las tropas a lo largo y ancho de la misma sin necesidad de asomarse al exterior. Además, esas galerías también enlazaban con algunos túneles subterráneos que atraviesan la ciudad e, incluso, permitían asomarse al Océano Atlántico a través de “portones abiertos” situados estratégicamente a lo largo de las defensas.
PRUEBAS HISTÓRICAS: UN MAPA MUY DESCRIPTIVO
Entre las pruebas históricas de la existencia de pasadizos bajo el subsuelo de Cádiz destaca un mapa fechado en 1837 que refleja una red de túneles bajo una parte importante de la ciudad. Pertenece a la colección privada de Federico Joly y su autoría se atribuye a Serafín Manzano (mano derecha del famoso arquitecto Torcuato Cayón). La carta está acompañada, además, de información referente a la situación, tamaño por tramos y estado de conservación de los túneles. El itinerario marcado ha sido comprobado ya y discurre desde Puerta Tierra hacia el Castillo de la Villa, donde un ramal se bifurca en dirección al puerto y otro se desvía en dirección a la iglesia de Santiago y al convento de San Francisco.
ACTAS CAPITULARES... Y NOTICIAS QUE DAN QUE PENSAR
Los datos recogidos en las Actas Capitulares de la ciudad de Cádiz hablan de pasadizos subterráneos, algo que también se desprende de los numerosos testimonios aparecidos en la prensa a principios del siglo XX en los que, entre otras cosas, se da cuenta de obras que descubren canales secretos o de plazas y calles que se hunden inexplicablemente durante las tormentas. Todos estos hechos deberían haber dado pistas a los historiadores sobre la existencia de estos túneles bajo la ciudad. ¿Por qué entonces esa falta de interés? ¿A qué se debe ese aparente desprecio hacia una parte importante de nuestra propia historia?
¿SABÍAS QUE..
La existencia de túneles bajo la ciudad de Cádiz ha sido probada también a través de investigaciones científicas? Un estudio geofísico que ha utilizado un georradar de impulsos y microgravimetría ha constatado que hay un entramado de pasadizos bajo el subsuelo de la ciudad. El trabajo ha sido encargado por MonumentosAlavista, la empresa de Germán Garbarino.
Muy interesante Rafa, una pena que en Andalucia no se interesen por el turismo cultural, se ve que es mejor que se forren los de siempre construyendo ilegalmente en las costas...
ResponderEliminarTe mando el link del Mary King's Close, para que la gente vea lo que se puede hacer con unos tuneles e imaginacion
http://www.realmarykingsclose.com/
Un saludo desde Auld Reekie
Felix
Genial, Félix!
ResponderEliminarSupongo que estarás disfrutando del verano escocés. Tómate un par de pintas a mi salud en cualquier Beer Garden. Yo haré lo propio en cualquier garito del Pópulo.
Un abrazo