Desvarío post-vomitona
Ha estado movidita la semana pasada. Farrah Fawcett y Michael Jackson dijeron adiós a los sufrimientos de este mundo material, para adentrarse en lo desconocido, en el más allá. De nuevo la vida nos da ejemplos de cómo perdemos nuestras miserables existencias aspirando a la inmortalidad, ese sueño inalcanzable de dioses, mercancía de las religiones y esperanza de los desfavorecidos de la Tierra.
¿Quién puede decir que alcanzó la inmortalidad en vida? La misma definición de la palabra nos remite a una imposibilidad, pues somos finitos y efímeros, si bien podemos alcanzar ser recuerdos perdurables en la memoria de la humanidad. Pero, ¿quién quiere ser inmortal después de muerto?
Aferrarse a la vida es un instinto natural de los seres que pueblan el planeta, pero los humanos lo hemos magnificado, dada nuestra mejora en nuestra esperanza de vida y el tiempo que nos hemos regalado a nosotros mismos. La superpoblación de nuestro mundo es la recompensa a todos nuestros esfuerzos para mejorar nuestras condiciones de vida.
Mientras, el planeta azul se defiende de nuestra avaricia por reproducirnos, esquilmando los recursos naturales, creando enfermedades incurables que sustituyen a las que conseguimos erradicar. Las guerras mundiales, que han servido como factor regulador de la población durante siglos, se limitan a "pequeñas escaramuzas" que vemos en la televisión, en comparación con la mortandad de sus predecesoras en la historia. Se caen un par de aviones y nos horrorizamos con la muerte de cientos, voluntariamente ignorantes de la sangría continua que tiene lugar en los países del tercer mundo, países que previamente explotamos para poder adquirir nuestro nivel de vida occidental. Morimos por enfermedades causadas por nuestros propios excesos alimentarios, por el contacto con el progreso, por nuestra abundancia, mientras que el otro medio mundo muere de hambre y necesidad.
Nunca seremos inmortales. Cualquier día, una fuerza incontrolable del universo, idéntica en esencia a la que motivó nuestra aparición en este grano de arena en el espacio que llamamos planeta Tierra, nos borrará del mapa estelar y quedaremos reducidos a insolentes micrones de materia flotando en la nada.
Echar la pota siempre me pone melancólico y meditabundo.
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