Crónica de una indigestión

He pasado mala noche. A eso de las cinco de la mañana noté la inequívoca sensación que acompaña a los momentos previos a una vomitona. Me levanté presuroso de la cama y me dirigí al Sr. Roca para darle un discurso. He estado largando hasta las 9 de la mañana, en un torrente de estados sucesivos, comenzando por el sólido y terminando por el líquido, en una sinfonía pactada por todos los órganos que forman mi sistema digestivo.

Creo que fue un sandwich vegetal que comí ayer. Nunca aprenderé que no debo comer fuera de casa una vez llega el estío, y mucho menos alimentos preparados con mayonesa en un bar de estación de tren. Llevo todo el día sin comer, a dieta de Aquarius. Apenas tengo apetito, ni ganas de fumar, lo que es un claro indicativo de la intensidad del revuelto estomacal que he padecido. De todos modos, llevaba un tiempo encontrándome raro, como intoxicado. Ahora estoy depurado en el más alto grado.

Estoy deseando que llegue la noche para saborear un yogur natural y, después de dejar pasar un par de horas, acostarme en mi cama con sábanas limpias para descansar.

Estoy mayor de cojones.

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