De dormida, nada.



"Mama, que la he liao parda..."

La joven belga que acusó a un tatuador de llenarle la cara de estrellas sin su permiso admite que mintió por temor a sus padres.



¿Serías capaz de quedarte dormido mientras un tatuador rapado, con el rostro lleno de tinta y el labio cubierto de piercings te dibuja tres estrellas en la mejilla, con lo que eso duele? Sonaba imposible y, efectivamente, lo es. Kimberley Vlaeminck, la joven belga que denunció la semana pasada que el tatuador le había colocado 56 estrellas negras en la cara en lugar de las tres que había pedido, acaba de confesar la verdad. Quiso hacerse un cambio de look radical pero, al ver la cara de su padre cuando fue a recogerla, inventó esa mentira tan poco creíble para que no la castigara.

La chica, de 18 años, se ha confesado a la cadena de televisión holandesa VRT, pero sólo a medias, porque lo ha hecho pensando que las cámaras estaban apagadas. Los periodistas le hicieron creer que no la grababan y, mediante ese ardid, empezaron a tirarle de la lengua hasta que cantó. "Una parte es cierta, pero el resto, no", admite Vlaeminck en la grabación, para añadir que le gustan sus casi todos sus tatuajes, salvo los que tiene en la nariz. Vlaminck, natural de la ciudad de Kortrijk, 90 kilómetros al noroeste de Bruselas, se hizo el tatuaje en un salón de Courtrai. Pagó 89 dólares.

La joven dijo la semana pasada que el tatuador, un rumano llamado Rouslain Toumaniantz, aprovechó un momento en el que estaba dormida para hacerle 56 estrellas en la cara, a pesar de que ella le había pedido tan sólo tres. "Parezco un monstruo", llegó a decir Kimberley, entre lágrimas. La chica, que asegura que se despertó por el dolor que sentía en la nariz, alegó problemas de comunicación con el artista, que no entendió lo que ella quería. "Es terrible. No puedo salir a la calle, estoy tan avergonzada. Simplemente me veo horrible", decía la joven, que denunció los hechos.

Toumaniantz lo negó todo desde el principio. Aseguró que Kimberley quería adornarse la cara como un cielo estrellado y que era bien consciente de cuál iba a ser el resultado. El artista añadió que nunca la drogó ni le dio medidacamento alguno para que se durmiera y que él se limitó a hacerle el trabajo pactado con ella. Es más, según su versión Vlaeminck contempló cómo iba el trabajo.

"Ella aceptó, pero cuando su padre los vio, comenzaron los problemas", comentó. Como dice sabiamente el refranero español, se pilla antes a un mentiroso que a un cojo.

(Fuente:El País)

Acojonante lo gilipollas que se puede ser con dieciocho años. Me recuerda cuando yo me hice el agujero en la oreja -yo también he sido/soy/seré gilipollas en mis tiempos mozos-, o me anillé, como dicen en mi pueblo. Por miedo a lo que dijera mi padre al verme, llevé una semana una tirita en la oreja, hasta que mi padre se dio cuenta de que yo era más un simple imbécil que un aspirante a macarra y me dijo que me quitara el apósito del lóbulo de mi pabellón auricular. Pero lo mejor es que, luego, con 25 años, ya separado de mi primera mujer, con un hijo en el mundo y todo, cuando me tatué por primera vez, lo hice en donde la espalda pierde su elegante nombre para convertirse en culo. Y todo porque mi padre no me lo viera y me fuera a quitar el tatuaje con un scotchbrite. Supongo que todos hemos cometido locuras de juventud, pero lo de esta muchacha es demasiado.

Ahora bien, el nota que la ha tatuado tiene un par de cojones; es poco profesional hacer un tatuaje en la cara a cualquiera que no tenga más de 40 tacos, a mi entender, y menos 56 estrellas.

Estas cosas no pasan en el estudio del Willy...

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