Una nueva esperanza...

El otro día pasaba por la Avenida, a la altura del Carrefour de la calle Rochester. Junto al pasaje de entrada al establecimiento, que da también a otros comercios, se encontraba un señor mendigo de los de perro vivaracho y mochila vetusta. Al pasar yo, coincidió que se acercaba el mozo del supermercado mencionado al pasaje, empujando su carretilla de repartos. Para mi sorpresa, como misántropo convencido que soy, el chaval se paró frente al mendigo y, sacando unas monedas del bolsillo con gesto decidido, compartió su fortuna con el "homeless".

Este acto sencillo, aparentemente sin importancia para el resto de la humanidad en su diario ajetreo por las aguas del individualismo salvaje y el neoliberalismo, me alegró el día. Ojalá hubiera más personas como el muchacho del supermercado. Por eso defiendo a ultranza la propina.

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