Boxeo , ergo sum.
Suele decirse que el saber no ocupa lugar. En el caso del saber contenido en libros resulta algo difícil de mantener el dicho. Cada vez tengo más y más volúmenes en las estanterías de casa. Leo y leo todo lo que cae en mis manos: novelas, poesía, tebeos -o como se dice ahora: "comics"-, manuales sobre arqueología, arte, historia; tratados de filosofía, estudios sobre territorio, urbanismo, arquitectura. Mi casa parece cada vez más una biblioteca desordenada y caótica. Pero no me arrepiento de tener este vicio, porque más que un hábito o hobby, la lectura es un vicio fruto de la curiosidad de una mente inquieta. Quisiera tener tiempo para dedicarme a leer todo lo posible; como decía Cicerón, el mayor tesoro para una vejez plena es el intelecto. No negaré que se debe mantener el cuerpo en forma para extender en lo posible la vida útil del físico que soporta la mente, la psique, el ordenador de a bordo; sin embargo se avanza en la sustitución de miembros dañados, órganos enfermos, reafirmado de rostros arrugados, mas no en la inmortalidad del pensamiento, la conciencia y el conocimiento adquirido. Mi mayor miedo es perder todo lo almacenado en mi cabeza y quedar relegado a organismo pluricelular complejo sin conciencia. El "cogito ergo sum" de Descartes lleva a la conclusión lógica de que sin pensamiento no hay existencia.
Lo mejor es cuando alguien como yo se encuentra con un perfecto ejemplo de conocimiento, raciocinio y pensamiento estructurado, con un manual viviente lleno de sabiduría teórica y práctica, en una materia tan completa como es el conocimiento pleno de un deporte. Nunca fui bueno en Educación Física, nunca practiqué actividad deportiva alguna -a excepción del tenis que intentaron enseñarme a jugar durante unos veranos-, y esto hasta los 35 bien entrados. Fue entonces cuando conocí a mi entrenador y, bajo su batuta pedagógica, descubrí el boxeo como práctica.
Dadas mis escasas capacidades psicomotrices y mi condición física, lo lógico hubiera sido que me hubiese mandado al carajo a los tres días de estar aguantando mi inutilidad manifiesta. Pero persistió en el empeño de enseñarme a boxear, logrando además que mi mente se recuperase del pésimo estado emocional en el que me había sumido la depresión. No contento con esto, también me ofreció su amistad.
Y ahora tengo un montón de libros y un amigo que es una biblioteca andante, una enciclopedia de boxeo inédita con la que aprender es tan fácil como charlar durante un café o una cerveza. Y no sólo sabe de boxeo, encima es como un hermano mayor para mi, porque su experiencia vital enriquece a quién tiene la suerte de poder compartirla con él. Algo que, en lo que al deporte del cuadrilátero se refiere, tiene a bien compartir con todos a través de Boxeando.com, en su faceta divulgativa, y a través de Escueladecombate.com en su formato didáctico y de formación.
De hecho, no conozco en persona a ningún campeón del mundo de Boxeo, pero estoy seguro de conocer a un entrenador de campeones, que da sentido a la frase de Descartes, pero algo "tuneada": Boxeo, ergo sum.
Dedicado a D. Javier Heredia, mi entrenador y amigo, con afecto.
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