Cuatro familias, desalojadas de Los Chinchorros por riesgo de derrumbe
A 50 metros de una clínica de cirugía estética de renombre, enfrente de un hotel informatizado e inteligente y a diez pasos de un descapotable de gran cilindrada parado de mala gana en un semáforo de la avenida Ana de Viya sobrevive uno de los mayores focos de infravivienda que perduran en Cádiz.
Los Chinchorros (junto al eje calle San Juan-Puerto Chico, en el casco antiguo) se ha convertido en el mayor anacronismo urbanístico de la ciudad que ayer tuvo otro episodio en una historia que tendría que haber terminado hace 20 años pero que demora su capítulo final.
Cuatro familias (formadas por cinco adultos y dos jóvenes) fueron desalojadas ayer de sus casas por orden municipal transmitida por la Policía Local.
Son los ocupantes de Marqués de Cropani, 6, una de las últimas fincas que aún siguen habitadas en la franja que separa el Cementerio de San José de la Avenida.
Entorno deteriorado
En las dos manzanas de Los Chinchorros, apenas queda una veintena de casas bajas, algunas en calles con jaramagos que alcanzan las rodillas. Varias de estas viviendas están abandonadas y se ocultan en callejones parados en el tiempo, que causarían espanto al más desamparado de los yonkies de los años 80.
Entre las pocas que aún están ocupadas estaba la desalojada ayer. José Luis Pérez Arágón es uno de sus ocupantes. Afirma que de las siete viviendas de la finca, tres tienen todo tipo de grietas y goteras. Otras tantas han sufrido derrumbes parciales de distinta gravedad.
El último se produjo el pasado marzo, cuando las vigas del salón y un dormitorio se vinieron abajo, con la fortuna de que la casa estaba desocupada en ese momento. Ante la situación de deterioro y abandono, el Ayuntamiento de Cádiz fijó ayer el desalojo urgente. Las visitas de inspección se han sucedido durante las últimas semanas, hasta el pasado viernes. Ayer, los técnicos municipales dieron forma documental a la evidencia: ahí no se puede vivir. El deterioro de las estructuras es tal que la amenaza del derrumbe es constante.
José Luis lo transmitió así en el Pleno Municipal ordinario del mes de abril, en el que pidió la palabra. La respuesta institucional fue rápida. Las visitas de funcionarios han sido frecuentes hasta tomar la decisión: tenían que irse. La Policía Local hizo ayer dos visitas informativas para comunicarlo. Poco antes de las nueve de la noche, los vecinos estaban fuera. José Luis, sus dos hermanas, los hijos de ambas, Josefa y su marido tenían ayer empaquetado lo imprescindible.
Sin realojo por el momento
Sin embargo, el desalojo tiene un inconveniente: los afectados, que viven en régimen de alquiler (no de renta antigua), dicen no tener a donde ir. El Ayuntamiento no está obligado legalmente a su realojo y su situación administrativa es compleja.
Aún no hay acuerdo. «Nos ofrecen irnos a una pensión, pero de palabra, cuando estemos allí, nadie se acordará de nosotros y todo será más difícil», aseguraba ayer José Luis entre una visita y otra de los funcionarios municipales. «Nos iban a ofrecer un piso de realojo, pero tampoco nos dan papeles que digan eso ni nos lo aseguran. Tampoco queda claro si tenemos que pagarlo a medias o cómo se arreglaría lo del alquiler».
En un patio presidido por una palmera, propio de la pedanía más recóndita, esperaron ayer los hermanos Pérez Aragón una salida de última hora. No llegó. Tuvieron que pasar la noche en casas de distintos familiares.
Los grandes edificios en obras rodean ya las pequeñas casas de una o dos plantas: «Sabíamos que a esto le quedaba poco tiempo, pero queremos que nos digan dónde vamos a vivir, que nos ayuden», afirmaba el portavoz de los afectados bajo la imagen de una imponente grúa que construye un edificio de pisos de 12 plantas (y tres subterráneas) en el solar limítrofe. Ayer no llegó el auxilio.
Hoy, aseguran los afectados, tienen previsto interponer una denuncia y reunirse con responsables de la Delegación de Urbanismo del Ayuntamiento de Cádiz.
(Fuente:Lavozdigital.es)
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