Monólogo para la crisis.
Vamos a ver. Yo no entiendo esto de la crisis. Parece ser que los bancos dieron hipotecas a diestro y siniestro, sin tener en cuenta el riesgo de las operaciones; no sólo a particulares con ansias de convertirse en caseros -porque eso es lo que la gente, que puede permitirse comprar gracias al dinero que le ha dado el banco, piensa cuando compra una vivienda: "Churri: Primero pagamos el coche, las tarjetas y nos vamos de viaje. En cuanto podamos nos compramos otra, alquilamos ésta y con lo que nos de pillamos un apartamento en la playa y luego, a vivir de las rentas..."-, sino a todo el que montaba una constructora, o necesitaba imperiosamente ponerse tetas nuevas, alargarse el pene, o cualquiera de esas cosas imprescindibles en la vida moderna.
Luego los bancos, con los intereses que cobraban de los anteriormente mencionados, se dedicaban a invertir en fondos muy arriesgados de gran rentabilidad, unos porque van de "enteraos" del parqué y otros porque "el buenazo" de Madoff así lo aconsejó y, claro, quién no va a hacerle caso a un señor de "Wall Street", con buen traje, yate, apartamento en Manhattan y señoritas de compañía de lujo. Lo peor es que estaban invirtiendo, en realidad, en unas hipotecas basura que les hacían a los pobrecitos que también en EE.UU. querían convertirse en propietarios de algo, su pequeña porción de sueño americano, aunque no supieran cómo iban a pagar los recibos.
Mientras, los políticos del mundo se hacían pajas mentales alrededor de sus propios egos, descontrolados de emoción porque el neoliberalismo que defendían estaba funcionando. Los parlamentarios ingleses aprovecharon para tapar unos agujerillos, como siempre a la vanguardia de la democracia. Los estadounidenses decidieron hacer una guerra para vengarse de unos tíos con barba que no les habían pedido permiso para estrellar unos aviones contra las torres gemelas, aunque sí habían pedido permiso para entrar en EE.UU. y aprender a pilotar aviones. Los españoles, de derecha e izquierda, todos para el centro -menos IU, que ha cogido complejo de aldea gala-, a permitir la especulación a cambio de sabrosos "regalos". Los chinos llenándolo todo de tiendas "todo a cien", cerdo agridulce y copias de Loewe. Los africanos, robando a su pueblo en connivencia con las multinacionales extranjeras, como siempre, obligando a los más desfavorecidos de los desfavorecidos a emigrar en pateras cochambrosas. Los sudamericanos flipando con la telenovela de los tres tenores rojos, el Chávez, el Lula y el del poncho, con banda sonora de Fidel "Chandal" Castro. Los japoneses, de viaje con sus cámaras. Los alemanes en Mallorca, bebiendo. Los franceses protestando por todo, a la vanguardia, con la moda. Los rusos y ex-asociados con su ensaladilla, Chechenia, montañas rusas, etc. En fin, todos los políticos jugando a un juego nuevo, parte Risk, parte Monopoly, mientras: se hormigonaba la tierra.
De repente, cuando menos se lo esperan todos, se acaba el dinero porque alguien se ha largado con los millones, ha invertido en una fábrica de frigoríficos en Finlandia o le ha explotado una burbuja inmobiliaria. Los bancos se ponen a pedir dinero a las puertas de los estados, de esos mismos estados a los cuales no permitían meter las narices en sus asuntos. Como no les dan dinero y no lo pueden pintar, pues no pueden prestar más billetes. Como estabamos acostumbrados a vivir por encima de las posibilidades reales de nuestras economías, gracias a esas tarjetitas de plástico tan generosas -en su más amplia gama, desde la Carrefour a la Visa Platino-, pues nos damos el batacazo. Y amigo, cuando se da uno un batacazo así después de tanto consumo de cocaína, la verdad es que duele de cojones.
Se monta una cadena, como esa de los emails en las que te piden que reenvíes a veinte amigos o se te caerá el labio, y como en un dominó de esos "bonicos" que hacen en la tele, la economía se va al carajo. Vamos, para entendernos: el Sr, Burns se queda sin dinero y despide a Homer. Lo que sigue es un capítulo de los Simpson aún sin acabar, con Pica y Rasca, el actor secundario Bob, Skinner, ¡Jaa, ja! etc.
Mientras, yo, que como estoy en un estado permanente de drogadicción por prescripción facultativa, no me entero de nada, voy por el mundo con una sonrisa idiota. Como estuve tanto tiempo en crisis continua, ahora las cosas no me parecen tan terribles. Ahora veo a la gente ir al lugar del que yo vengo y pienso que si yo sobreviví, cualquiera puede hacerlo. Sólo falta que todos padezcan una depresión para que me sienta comprendido casi del todo. Lo peor es que a mi me va bien porque aún tengo hueco en las tarjetitas de plástico. Como dice el refrán: "mal de muchos..."
Comentarios
Publicar un comentario