La crisis.
Hable con mi padre y está indignado, porque ha visto en una iglesia de Sevilla con una pintada que dice: "Vais a arder como en el 36".
Comprendo su preocupación porque, después de aguantar la vela de las batallitas de la guerra y la dictadura prácticamente toda su vida, ve la crisis económica y moral que padecemos como una señal alarmante de que las cosas no van demasiado bien. Y tiene razón. Lo que ocurre es que, de prender fuego a algo, ya que nos ponemos, habría que quemar demasiado, no sólo las iglesias. Además, las iglesias son bienes susceptibles de protección por su carácter de patrimonio histórico; los obispos y cardenales, no.
Habría que empezar por los sindicatos, llenos de liberados que se pegan la vida padre a costa de los trabajadores que pagan las cuotas, con miles de enchufados en cursos de formación que no sirven para nada; con miles de señores que viven de venderse a los gobiernos a cambio de prebendas para sí y para las empresas de formación que han montado bajo cuerda para aprovecharse de la coyuntura. Habrá honrados sindicalistas de los de antes, seguro, pero a esos los tienen marginados por radicales, seguro. O ya se dieron de baja a la primera bajada de pantalones frente a la patronal.
Después habría que encender un cerillo en todas las empresas que han aprovechado la crisis para cerrar sus puertas, dejando a los trabajadores en la calle mientras ellos se llevan el capital a otras empresas "fantasmas" preparadas al efecto, con premeditación y alevosía. En los concursos de acreedores nadie cobra lo que se le debe, mientras ellos se pegan la gran vida, comenzando de cero bajo empresas con nombres distintos e idénticos participantes.
A continuación, deberíamos acumular mucha madera y gasolina, para encender una gran hoguera para los bancos, para hacer desaparecer las hipotecas otorgadas a personas que no tenían los dos dedos de frente necesarios para comprender lo que estaban firmando. La culpa es en parte nuestra, porque hay que ser muy lerdo para creer que el banco te va a dar el dinero para la casa, para el viaje de novios, para el mono-volumen y para amueblar la casa, sin ningún efecto secundario. Pero deberían de haber tenido ética y conocimiento como para saber que esta situación tenia que llegar, máxime cuando se sustentaba la bonanza económica en un sector basado en algo finito como es la tierra y en la avaricia del ahorrador, que veía su gran oportunidad comprando una casa en plano para venderla a la hora de entregar las llaves con un gran beneficio. Hay que contratar más gente de Humanidades, señores. La Historia es información, y la información, poder.
Otra fogata sería para el mismo Estado, que no controló el mercado, enardecido por las cifras de la macroeconomía que colocaban a España en los primeros puestos del mundo libre, pese a los avisos de expertos de la economía mundial. Se confundió la crítica constructiva con el pesimismo, ocultándose las previsiones incomodas. Además, no se han incrementado los salarios de las Fuerzas de Seguridad del Estado, elemento indispensable para mantener la paz social en tiempos de crisis total. Pero los jefazos seguro que siguen quedándose con fondos reservados, dando contratos a familiares y amigos, quitando a los sueldos de los funcionarios que se juegan la vida en las calles para emplear los siseado en otros menesteres. Como aquel mando del cuartel que se quedaba con el dinero asignado para la paja de los caballos y mandaba llevar a los animales a pastar a los prados de los alrededores, según me contaba mi abuelo. Nada nuevo bajo el sol.
Por no hablar de que ningún diputado, senador, concejal, alcalde, etcétera, se ha bajado el sueldo a los 1000 euros que ellos mismos consideran suficiente para los demás. Repito: ninguno, de ningún partido.
Vamos, que si continúo hablando de fuego se me va a gastar el combustible antes de comprarlo. Además, después de los últimos sucesos acaecidos en Cádiz, no está el horno para bollos.
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