Una de puntillitas
Bueno, la medicación me debe estar haciendo bien, porque estoy inusualmente tranquilo y sereno. Dado lo que he tenido que presenciar hoy -la personificación de la pleitesía a uno de los grandes poderes del mundo y el desprecio al patrimonio histórico por parte de quienes deberían defenderlo-, y vista mi tranquila reacción ante ello, debo agradecer a mi psiquiatra el haber dado en el clavo con el tratamiento.
Meditando luego lo acontecido, me he dado cuenta de que vivimos en un mundo instantáneo, un mundo donde reina el placer efímero, el momento, el minuto postrero. Lo que queda como huella de nuestro paso es sólo porque las circunstancias evitan la destrucción total de nuestro paso por este hermoso planeta, habitado por una especie miserable que se cree en la cima de la montaña, cuando en realidad está cayendo, poco a poco, por una ladera enfangada.
En realidad es lo lógico: todos venimos de un orgasmo limitado en el tiempo, muy limitado en el tiempo. Luego, las consecuencias son para siempre, pero de momento, a cambio de un poco de placer, nos quedamos tan frescos después de haber aportado nuestro granito de arena a la superpoblación mundial.
Mea culpa. Sólo me falta plantar un árbol -el libro está escrito, que no publicado-, para cumplir con la conocida máxima que describe lo que debe dejar detrás de si un hombre. Personalmente, opino como Krahe: si hay próxima vez, dejaré un borrego, una fotonovela y una flor de plástico.
Qué mierda de mundo...
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