Aclaración sobre mi afición al Boxeo
Vamos a ver...
Después de la reacción del 50% de mis lectores, que han hecho comentarios a mi último "post", sobre la noticia de mi afición al Boxeo, debo hacer las pertinentes aclaraciones.
No he hecho más deporte que comer, beber y montar en bici -mayormente porque era muy "underground" y no tenía dinero para un coche-, desde que me hice una rotura de ligamentos allá por los 80, cuando Mecano estaban ensayando aún las primeras canciones, y me dieron un certificado médico que me eximía de las clases de Educación Física. Arrastré el dichoso certificado hasta 3º de BUP, así que tengo menos fondo que el armario de los "Men in Black". El tabaco y las demás costumbres perniciosas, terminaron por hacerme aspirante al título mundial al más perro-vago-perezoso-glotón del planeta (título que me fue arrebatado, por cierto, por Tamara Falcó, "later on").
Me ha gustado siempre el boxeo, más desde el punto de vista "cultural", como deporte y modo de vida presente en todo el siglo XX y su mitología, que como práctica deportiva. Recuerdo haber ido al gimnasio de Rochelambert, en Sevilla, que era el único lugar donde se enseñaba la "dulce ciencia", pero aquello me recordó demasiado a una penitenciaría estatal de Louisiana, algo que un "finolis" aprendiz de literato como yo, no era capaz de valorar en aquellos tiempos de inocencia y virtud. Descartada la práctica, me quedó la afición al cine de boxeadores y a la novela negra americana, artes del siglo pasado que describieron muy bien a estos "antihéroes" de la sociedad decadente e industrial.
En mi periplo americano conocí a algunos practicantes de este noble deporte que, incluso en su decadente presente, guardaban algo de su pasado como púgiles aficionados que para mi resultaba "homérico". Acudí a algunas veladas en Virginia, Texas, las dos Carolinas, junto a alguna que otra pelea de gallos, y disfruté como un enano, pero cuando volví a la patria y me dediqué ya como profesional a la arqueología, entre borrachera y borrachera, despilfarro de sentimientos y sexo, viajes laborales y demás perdidas de tiempo, no me quedó espacio para el Boxeo.
En fin, que hasta que no llegué a Cádiz para establecerme, de forma más o menos permanente, y encontré un cartel que anunciaba clases de Boxeo -en el Estudio de Tatuajes Nosferatu, por cierto, dirigido por un compañero de entrenamiento que es un artista tanto de los guantes como de la aguja pintora: un saludo, Willy, "pisha"-, no pude dedicarme a aprender una de las mayores aficiones de Hemingway, sin contar la tauromaquia, la caza y el suicidio.
Boxeo como el culo, pero mi maestro-amigo-entrenador, Javier Heredia, me ha dado la oportunidad de desarrollar esta afición de otras formas igual de apasionantes, aparte de darme su amistad incondicional. Eso merece la pena el precio que he pagado hasta ahora: un par de contusiones en las costillas, un moratón en la cadera y algún que otro dolor de cabeza; además, el hecho de que ya esté loco me garantiza que no me voy a quedar mal de la azotea, lo único que me puede pasar es que me vuelva normal y me ahorre una pasta en antidepresivos.
En fin, que sí, que me considero boxeador, a pesar de mi afición a la poesía, el cine de Eric Rohmer y la música de Puccini. Aunque no le vaya a pegar nunca a nadie, al menos me sé mover y estoy retrasando la oxidación celular, que no es poco, aparte de encontrarme mejor que nunca física y mentalmente.
Por no mencionar lo bien que me quedan las calzonas, los guantes y las botas.
Ray Loriga: ¡tiembla, ahora el aprendiz de escritor también boxea!
jajaja, eso es! desbancando a la Generación X de los malditos en pro de una nueva... ¿Generación Z? (a lo Mazinger, por lo de puños fuera y eso, ya que de puños va la cosa) que ese Loriga es 99% pose aunque le reconozcamos el 1% de genialidad que más de un@ quisieramos tener... ays!
ResponderEliminarLas botas de Ray Loriga...cómo me gusta reconocer aquellos tiempos en tu propia mitología...tan nuestra...
ResponderEliminarabrazo chaval!