Pero, ¿qué significa ser patrimonio de la humanidad?
Para ser declarado Patrimonio de la Humanidad: Los bienes culturales deben cumplir alguna de estas características:
I. Representar una obra maestra del genio creativo humano.
II. Ser la manifestación de un intercambio considerable de valores humanos durante un determinado período o en un área cultural específica, en el desarrollo de la arquitectura, las artes monumentales, la planificación urbana o el diseño paisajístico.
III. Ser y aportar un testimonio único o por lo menos excepcional, de una tradición cultural o de una civilización desaparecida o que sigue viva.
IV. Ser un ejemplo sobresaliente de un tipo de edificio o de conjunto arquitectónico o tecnológico, o de paisaje que ilustre una etapa significativa o etapas significativas de la historia de la humanidad.
V. Constituir un ejemplo sobresaliente de hábitat o establecimiento humano tradicional, representativo de una cultura o de culturas ahora vulnerables por el impacto de un cambio irreversible.
VI. Estar directa y perceptiblemente asociado con acontecimientos o tradiciones vivas, ideas o creencias de importancia, o con obras artísticas o literarias de significado universal excepcional.
Cádiz aspira, o al menos así lo pide reiteradamente el Ayuntamiento de la ciudad, a ser incluida en la lista de ciudades Patrimonio de la Humanidad, aspiración que estaría justificada por la singular belleza de su casco histórico, por ser la ciudad más vieja de Occidente; igualmente, por haber sido cuna de la primera constitución española, no lo olvidemos.
El problema surge cuando nos enfrentamos a la realidad del día a día. El Ayuntamiento pone bastante poco de su parte respecto a esta aspiración, empezando por la forma en que trata el centro histórico: instalación de montajes efímeros que dificultan la visualización de monumentos, como en el caso de la carpa de Unicaja; colocación de letreros luminosos en las Puertas de Tierra con ocasión de Navidades y Carnaval, restando prestigio a los restos más visibles de lo que fue, antaño, una de las fortificaciones defensivas más imponentes del orbe; realización de obras sobre edificios históricos sin respetar su diseño primigenio, como es el caso del Mercado Central; construcción sobre yacimientos arqueológicos de primer orden, caso de la tumba de Casa del Obispo, de estructuras que rompen el estilo y la fisonomía de lo existente, las dos catedrales de Cádiz, etc, etc...
Conseguir ser Patrimonio de la Humanidad necesita de algo más que voluntad y buenas palabras. Hay que tener capacidad de mantener, de forma continua y no con Escuelas Taller que parchean, el patrimonio cultural tangible, mediante un plan de trabajo basado en las premisas marcadas por la UNESCO respecto a la conservación y rehabilitación. Hay que preservar la autenticidad de los barrios históricos, recuperando aquellos vestigios arqueológicos, edilicios, etnológicos, que han conformado la identidad del pueblo que los ha habitado. Hay que evitar que, con cada obra nueva, se destruyan fachadas únicas, patios, trazados urbanos históricos fosilizados en el callejero actual; hay que acabar con la infravivienda sin acabar con el modo de vida tradicional de los mayores. También actuar en lo social, dando oportunidades a la juventud para quedarse en sus barrios y que no tengan que emigrar a otras poblaciones de la Bahía. Mejorar las infraestructuras de transporte público y alternativo, para disminuir así el impacto del tráfico rodado en el casco histórico. Tener una dotación propia y permanente para el estudio, salvaguarda y difusión de su patrimonio, sus museos, su entorno natural.
Todo esto es una tarea ardua que debe empezar por la concienciación de todos los gaditanos para con su riqueza cultural única. De no ser así, la instalación de una carpa será sólo el principio de la destrucción de un Cádiz que fue, a cambio de un Cádiz que podría ser o no, más obsesionado con no quedarse atrás respecto a las catetas aspiraciones babélicas de otras ciudades, ergo Sevilla y su Torre Casasol, o la imitación de modelos insostenibles y caducos, al estilo de Benidorm o Marbella.
Y ese puerto, otrora capital del comercio mundial, convertido en almacén de contenedores, necesita una reforma integral que lo convierta en puerta principal de la ciudad, algo que repiten los touroperadores de cruceros con cada visita.
Imprescindible para todo ello, la unión de las instituciones en pos de un interés común, más allá de egoísmos partidistas, diatribas y trifulcas políticas; una visión compartida de lo que debe y puede ser Cádiz, por y para la Humanidad, que es lo que identifica a las ciudades integrantes del selecto club al que se aspira a pertenecer.
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