El indiscutible encanto
Ah, el indiscutible encanto
de despertar tocando un cuerpo ajeno.
Acariciar lentamente la piel,
sedosa y tibia,
de una amante aún dormida.
Recorrer con el dedo índice
el camino entre la nuca y las nalgas,
para proseguir con mano entera
el deslizar furtivo de los muslos
hacia las rodillas nudosas.
Volver al abrazo general
y al beso de príncipe a princesa encantada.
Ah, el indiscutible encanto
de despertar tocando un cuerpo ajeno
que ya se siente como parte del propio.
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