La inconstancia es una mierda
Hoy estoy de mal humor. Me he planteado seriamente que mi inconstancia falla en algunas cosas, por lo que, quizás, analizando estas deficiencias en mi condición inconstante puede que encuentre la respuesta a la pregunta de mi vida: ¿Para qué estoy aquí?
En algo en lo que soy constante es en beber cerveza. Todos los días me bebo una media de 2-3 botellines. También soy constante en el trabajo, pero debo reconocer que no lo sería si no fuese por la fea costumbre que tengo de comer caliente cada día. Lo que nos lleva a la tercera falta a la inconstancia, el afán gastrónomo diario, aunque siendo una necesidad fisiológica creo que no debería contarse como tal. El tabaco es un vicio, por lo que tampoco lo cuento como falta a mi esencia de falta de tesón. ¿O es que porque sea inconstante no puedo tener vicios?
Estar tumbado en el sofá viendo películas y documentales del Canal de Historia también es una constante, especialmente cuando me organizo el tiempo de trabajo. Igual pasa con el Twitter y con las entradas en el presente blog. Esto último va siendo cada vez más esporádico porque empiezo a sentir esa desazón de la rutina arañando mis entrañas que me anuncia que voy a perder el interés por algo.
Limpiar es otra obsesión marujil que no me abandona, de tan marcada a fuego que la tengo. Lo mismo que leer todo lo que puedo, y me permiten mis deberes laborales.
Tocar la guitarra es una de las expresiones más palpables de mi inconstancia, dado que no soy capaz de tocar de memoria ni una sola canción. Improvisar, lo que quiera, pero para seguir un patrón determinado, soy incapaz. De ahí que mi curva de aprendizaje con el instrumento sea básicamente representable con una línea recta.
Dibujar me llenaba de satisfacción cuando era más joven, pero ahora no tengo tiempo para más que algunos garabatos a bolígrafo cuando hablo por teléfono, o hago un descanso de las horas de ordenador para el trabajo.
No se. Quizás para lo que sirvo es para ser ama de casa, tener mi hogar siempre dispuesto para revista, hacer la compra, planchar, y demás menesteres de la condición casera.
No pienso más. Me voy a tender la segunda lavadora del día. He conseguido quitar toda la ropa de color. Mañana tocará la blanca. Lo peor es que disfruto tendiendo ropa con olor a suavizante, rivalizando con las vecinas por ver quién tiende las sabanas más blancas...
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