Recuerdos del Instituto Herrera
Cuando llegué al instituto, en segundo de bachillerato -el primer curso lo hice en el Colegio Claret, mi "alma mater" educativa-, lo primero que me encontré al entrar fue un dibujo erótico en la pared de la escalera que bajaba al bar. Algún artista de los cursos anteriores había plasmado un momento cumbre de sexo que yo nunca había visto tan detallado; obvio su descripción por respeto a aquellos que aún se asustan de esas cosas, que haberlos, aún los hay.
Lo segundo que me llamó la atención fue el ambiente de libertad que se respiraba allí. Había "rockers", "mods", "hippies de mil duros","punkies", "pijos" de Vespa roja, pero todos convivíamos allí en una armonía más o menos idílica para mis inocentes ojos. Se podía salir de las aulas en los cambios de clase, fumar en los pasillos, faltar a clase e ir a la cercana zona de Reina Mercedes, a jugar a las maquinitas, o tomar una cerveza en los bares de universitarios.
Conocí a gente estupenda que gustaba de las mismas cosas que yo, que me recomendaba libros de los que yo no había oído hablar nunca; los profesores eran como los de "Fama", incluso había uno, al que no llegué a conocer, al que apodaban "Sorovsky". En fin, un montón de recuerdos estupendos, quizás emborronados por la niebla del recuerdo sentimental, que hace que cualquier tiempo pasado parezca mejor, pero son mis recuerdos. Ahora que mi hijo va al mismo instituto que yo conocí, cuando voy a recogerlo, no puedo evitar sentir cierta nostalgia de mis 15 años, cuando era libre y sano de cuerpo y mente.
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