Felicidades

Sabed, todos los que, amablemente,
me felicitastéis por mi onomástica,
que aún echo en falta la llamada
de la que nunca se olvidó de mi nombre,
la que me enseñó a pronunciar la "erre",
la que guió mis pequeñas manos,
para que me atara sólo los cordones de los zapatos.

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