Cádiz 2013: una iniciativa más allá del Bicentenario
Afronta el mayor empeño que pueda imaginarse. El más difícil de todos los retos posibles. Pretende encontrar la piedra filosofal que convierta las ideas en prosperidad tangible, la peculiaridad en empresa y el inasible encanto de una ciudad en una productiva marca comercial.
Conseguir esa transformación, al margen de la escala del proyecto, del tamaño de la montaña, es igualmente difícil para Barack Obama (al que cita con frecuencia) y para el profesor de Educación Infantil de un pueblo de Soria. Se trata de contagiar la ilusión, la perseverancia, la fe y el entusiasmo, de hacer creer que es posible (cambiar el mundo, salir de la crisis, aprobar gramática o dominar los quebrados).
Juan Manuel Balaguer (Cádiz, 1943) es un abogado, ligado siempre a grandes proyectos de ingeniería, con un largo y brillante bagaje internacional que resume modestamente como «una vida intensa». Ahora, de regreso de varias vueltas al mundo, quiere aportar toda su experiencia al resurgir de su ciudad natal «que siempre me acompañó en cada viaje, a la que siempre he vuelto al menos, un par de veces al año, para que los paseos fueran un bálsamo».
Desde el pasado diciembre asume el papel de portavoz del proyecto Cádiz 2013. Es su director general y el encargado de impulsar un sueño tan complejo como contagioso y reconfortante.
Del sueño a la contabilidad
La iniciativa pretende crear riqueza y empleo sostenible en la ciudad con la base de su patrimonio histórico y la excusa colectiva del Bicentenario. Agrupa inicialmente a siete empresas, pero Balaguer se ha obstinado en convencer a muchas más, a todas las instituciones públicas, sin distingos por siglas, a otras firmas, a vecinos, asociaciones y colectivos de todo tipo de que la ciudad tiene la oportunidad de crear prosperidad cuantificable, con puestos de trabajo enumerables... se trata de convertir el encanto histórico de Cádiz en un producto con el que poner en pie distintos proyectos.
Además de abrir al mundo la flota pesquera de China (por encargo personal de Teng Shiao Ping) du-rante su carrera ha puesto en pie proyectos empresariales en Somalia, Cuba, Suráfrica, Namibia, Senegal, México, Chile o Albania, ha participado ya en iniciativas similares al reto en Cádiz.
Ya combinó progreso económico y eventos culturales (casi emociones colectivas) en Estocolmo o Ljubljana. Ahora se trata de comprobar que Cádiz también puede sumarse a ese prodigio que funde y confunde pasión con empresa.
-¿El nombre del proyecto que encabeza es una declaración de intenciones? ¿A Cádiz 2013 le interesa lo que suceda en la ciudad después del Bicentenario?
-Es que se trata de un proyecto sostenible, perdurable. La idea nació en Santiago de Chile, cuando algunos socios nos preguntaron qué se iba a hacer en Cádiz durante la conmemoración de 1812. Empezamos a darle vueltas y llegamos a la conclusión de que la ciudad tiene que descubrir, reivindicar y rentabilizar su patrimonio histórico. Ese patrimonio no sólo se ciñe a 1812. ¿Por qué hablar sólo de un siglo? Cádiz atesora vestigios de la Edad del Bronce, también es Fenicia, y Los Balbo. El Doce no es una casualidad, no sucedió aquí por coincidencias históricas. Cádiz acogió el Doce por sus vínculos con América, por su tejido económico, por sus comerciantes, porque para los políticos americanos viajar a esta ciudad era algo natural... hay que ofrecer esta ciudad dentro de su contexto histórico, que abarca 30 siglos. Va desde la leyenda hasta la ideología, de Hércules a La Pepa. No hay que ceñirse a un siglo, ni hay que detenerse en 2012.
-¿Cómo se traslada ese proyecto a la práctica? ¿Qué actuaciones tiene por objetivos?
-Cádiz 2013 es una plataforma que incluye una oficina técnica de proyectos, llamada Heráclidas.
-¿Qué es Heráclidas?
-Además de ser la oficina técnica de proyectos, actúa como promotora. Está participada por Cádiz 2013 y sus ingenierías, y por muchos empresarios gaditanos, lo que le aporta la voz del comercio y la industria. Esta metodología genera riqueza y competitividad, productividad, porque opera bajo el esquema táctico y estratégico de las economías de escala y del esfuerzo, la eficacia financiera y administrativa, y, sobre todo, por la cohesión social. Encabeza así la revolución del capitalismo social que está naciendo. En esta estructura, muy detallada en la web www.cadiz2013.org, caben todos los proyectos que tengan como fin único y último la generación de empleo, pero desde el compromiso ético, histórico y biográfico con Cádiz. Es decir, se trata de poner en pie proyectos globales, colectivos, que rentabilicen el patrimonio de la ciudad. Se trata de promover la revolución emocional para que los gaditanos conozcan mejor, y den a conocer, la pieza maestra de la Historia del Sur de Europa, la joya de la corona del Doce y de 30 siglos más, que es el casco antiguo de Cádiz, la ciudad intramuros.
-¿Hay proyectos concretos que puedan explicarse ya?
-La oficina técnica de Cádiz 2013, Heráclidas, ya tiene varios proyectos en marcha. El más definitorio es una ciberguía, que se llamará Mela, por Pomponio Mela. Es un reproductor similar a los MP4, a los iPod, que incluye información sobre actividades culturales, citas de todo tipo, de un concierto a la presentación de un libro, mapas con GPS que orientan al que lo lleva a través del callejero de la pantalla, con direcciones de museos, con la edición digital de este periódico, si se quiere, con datos de todas las empresas, locales de hostelería que quieran sumarse. El terminal se alquila y, cuando se devuelve, el que lo ha llevado puede quedarse con toda la información copiada en un chip.. También trabajamos ya en un proyecto de construcción de máquinas desaladoras en Cádiz, que tendrían como destino las zonas más desfavorecidas de África o Suramérica, donde el agua es un bien tan escaso. El primer bloque de proyectos también incluye dos exposiciones. Una se llamaría Gades in situ. Tendría como escenario una construcción portátil, desmontable, con referencias a todas las etapas históricas de Cádiz, desde la preshistoria hasta empresas actuales. Barajamos distintos emplazamientos, como el Baluarte de San Roque, o la Cárcel Real, pero falta tiempo para rehabilitarlos y ahora estudiamos la posibilidad de que estuviera ubicada en el muelle Ciudad, a modo de recepción para los que visitan Cádiz por mar. La exposición complementaria será Cádiz in itinere. Recorrerá ciudades que han tenido relación histórica con la capital gaditana. De Roma a Tiro, de Génova a las capitales americanas con las que tuvo lazos reales. Incluiría los hitos de 30 siglos para explicar y difundir la riqueza de la ciudad. Estos son sólo los primeros proyectos, pero queremos convencer a los gaditanos de que se pueden poner en marcha muchas iniciativas más, todas las que sean capaces de soñar, las que sean capaces de crear la ilusión necesaria para que participen.
-¿Pretende convencer a los gaditanos de que tienen un patrimonio excepcional que puede transformarse en empresas, en dinero? ¿Cómo piensa combatir la mítica indolencia del gaditano, su escepticismo histórico?
-La indolencia es un estilo de vida. Somos indolentes, descreídos y escépticos porque, como pueblo, somos muy viejos. Ya no creemos cualquier cosa fácilmente. Igual, es posible que haya mucho de razón y sabiduría en la indolencia del gaditano, pero eso nunca debe ser impedimiento para tener pasión y fe. Quizás han faltado los mensajes adecuados para recuperar el esfuerzo colectivo y masivo de conocernos y explicarnos. Somos únicos, tenemos peculiaridades históricas fuera de toda duda, que nadie más posee. Como producto, somos exclusivos, nos distinguimos de todas las demás ciudades y la máxima aspiración de un producto es distinguirse del resto. Tenemos que reivindicar el amor por Cádiz. Llevarlo a la práctica, sin el menor complejo.
-¿Hablar de amor por Cádiz en estos tiempos de crisis y pánico es tan osado como parece?
-Ahora tenemos miedo a usar muchas palabras que son imprescindibles: amor, honradez, compromiso... Hay que transformar el amor por Cádiz en un proyecto práctico, económico, sin temor a que nos digan catetos ni localistas, ni mentecatos. Todos los ciudadanos tienen el deber ético de luchar por la prosperidad del lugar en el que viven. Aquí y en Tombuctú. No podemos esperar a que los ayuntamientos, la Junta, el Gobierno, las empresas lo hagan todo por nosotros. Quizás los alcaldes, los ministros y los empresarios ya hacen todo lo que pueden. Algunos de ellos, por lo menos, pero proyectos como Cádiz 2013 sólo funcionarán si todos ponen su parte y todos se lo creen. Todo el mundo es necesario, del más alto cargo al vecino de Plocia. Todos.
-¿Tampoco teme que los intereses partidistas frenen las ambiciones colectivas del proyecto Cádiz 2013?
-Hasta ahora, no he encontrado a ningún representante político, ni empresarial que me haya transmitido cinismo, descreimiento o escepticismo. He tenido ya muchos encuentros. La gente admite preocupaciones, retrasos, dificultades, pero nadie, absolutamente nadie, cree que el sueño del Doce no es posible.
-¿Qué peso tienen las instituciones en este proyecto de proyectos?
-Hemos de distinguir la metodología de las iniciativas. Se basan en proyectos público-privados, en los que sistemáticamente, están implicados: ayuntamientos, Junta, Diputación, Heráclidas, Universidad, asociaciones civiles y empresariales, asociaciones de vecinos, grandes empresas e intermediarios Financieros. Y el Consorcio del Bicentenario hasta finales del 2012, por razones estatutarias. Ese es su diagrama funcional sistemático. Ahí radica la innovación y la fuerza creadora del sistema. Esa es su solidez.
-¿Cuál es el mayor obstáculo que encuentra en el exterior a la hora de difundir su proyecto de convertir en riqueza el encanto y la riqueza histórica de Cádiz?
-Que no la conocen. En América, las personas con educación media o superior saben de Cádiz por la Constitución del Doce. Pero en el resto de España y Europa es una gran desconocida. Todo el mundo, cuando te conoce, dice ¿eres de Cádiz? Me gusta muchísimo, pero se refiere a una semana que estuvo en Los Caños, en Sancti Petri o en Tarifa. El casco antiguo de Cádiz es el gran desconocido.
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