"Me voy a correr"

Hace una semana, me levanté temprano porque no podía dormir más y porque me habían despertado unos borrachos de vuelta del carnaval, y le dije a mi mujer: “Me voy a correr”.

Ella me respondió: “Hombre, se que es muy temprano-dijo mirando las agujas del reloj sobre el siete y las treinta-pero podías avisarme. Se supone que somos una pareja y deberíamos compartir los momentos de gozo.”

“¿Pero qué dices?-respondí yo- ¡Que me voy a correr, a hacer footing, a hacer deporte, coño!

Ante la respuesta de mi señora-“¿Estás enfermo?”-decidí continuar poniéndome el chandal y me largué con el Ipod a todo volumen.

Se que no corría desde al menos 10 años, aunque me he mantenido en forma con esporádicos intentos de acudir a gimnasios, la bicicleta y las compras en enormes centros comerciales. Empecé despacio, a un ritmo lento, después de calentar los músculos y estirarme un poco. Crucé la avenida y al final de la calle del Telepizza se abrió ante mi el grandioso espectáculo de la Playa de Santa María con fondo reflejo de amanecer, un azul casi de neón, y las olas murmurando historias de marineros muertos en los océanos del mundo. Me dirigí después hacia la orilla y allí empecé a hacer verdadero deporte. La brisa del mar en la cara, la arena bajo mis deportivas del Decathlon, la sensación de estar despierto a las siete y media de la mañana, todo el cúmulo de sensaciones del momento me espoleaban en mi decidida actitud y empeño en hacer de estas salidas matutinas algo cotidiano, una sana costumbre para darle vidilla a “la patata”, que es como le dicen aquí al corazón.

No creo que estuviese más de 15 minutos corriendo, pero a mi me pareció una eternidad. El corazón me empezó a latir como no lo hacía desde mi separación de mi primera mujer-a mi aún me da miedo verla-y se sintió rejuvenecido.

Cuando volví a casa me sentía estupendamente, relajado y feliz conmigo mismo. Tienen razón los médicos al aconsejar el deporte moderado como estimulante de las ganas de vivir. Ya llevo, como dije, una semana yendo cada día a correr a la playa. Espero que esta vez pueda continuar el hábito.

Pero, eso sí, cuando llegué a casa me tome un café y me fume un cigarrillo que me supo a gloria con todos los bronquios abiertos del ejercicio. Y es que hay vicios que, aunque parezcan incompatibles con la salud, también son necesarios para la realización personal, aunque el estado se lleve el 80% del tabaco.

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