Crisis,¿qué crisis? 2ª parte



















Cierran las inmobiliarias y dejan a clientes e inversores con “el culo al aire”. Lo de los clientes es algo habitual, dada la poca ética profesional de la gran mayoría de los constructores y promotores -una afirmación que no es gratuita, ya que son mayoría las promociones de viviendas que no cumplen con las memorias de calidades o en las que trabajan sin la debida seguridad muchos inmigrantes- aunque siempre hay excepciones, por lo que no deben pagar “justo los pecadores” como dice el personaje de “Cándida”.

La realidad es que, en los tiempos en los que empezó a fraguarse la escalada de precios en la vivienda y la inversión de capitales en el mercado inmobiliario como estupendo método para especular, todo el que pudo se metió a promotor, constructor, experto gestor de compra-venta de inmuebles, etcétera; aparecieron entonces muchas empresas que basaron su éxito en el “ladrillo express” o lo que es lo mismo: construir cuanto antes mejor y sin tener en cuenta la calidad de la obra. Como el inversionista sólo está pendiente de esperar a tener la vivienda para revenderla al poco tiempo de recibir la llave, nadie exigía los mínimos básicos, sólo beneficios rápidos. Además, la necesidad de mano de obra ha llenado los tajos de personas sin los conocimientos necesarios para realizar una buena obra. El sector de la construcción carece de programas adecuados de formación continua, así como sus trabajadores no disponen de tiempo para formarse, especialmente porque cuantas más horas echan en el trabajo, más dinero; o por las tardes se echan unas horitas extra para un “chapú”, que se pagan y cobran fuera de los canales económicos legales, en “B”, como suele decirse.
Se de pueblos de Andalucía, y más concretamente de la provincia de Sevilla, que basan su economía en el sector del ladrillo. Sus habitantes son todos constructores o cuadrillas de albañiles o relacionados, de una manera u otra, con el sector. Esto está empezando a provocar los primeros estertores de una muerte largamente anunciada: o el tan vaticinado estallido de la burbuja inmobiliaria, que nadie quiere nombrar ahora que estamos en época de elecciones. Bajan los precios de las casas y pisos. Es momento para comprar, no para vender. Y esto provocará, a medio plazo, si las cosas siguen así, una sobre-oferta de viviendas en el mercado, lo que conduce indefectiblemente -si hacemos caso a la ley de oferta y la demanda-, a una caída de los precios y al aumento de la morosidad en las hipotecas, la quiebra de muchos pequeños promotores y un perjuicio general para la economía del país.

Pero esto es una apreciación personal de un pesimista declarado, esté quién esté en el gobierno: no puedo negar que pertenezco a esa clase de personas que no quiere, al parecer, el PSOE según uno de sus vídeos de pre-campaña. Sí, lo confieso, soy un escéptico y un pájaro de mal agüero; o quizás tengo la fea costumbre de pensar y analizar todo lo que se dice, se escribe y se comenta, sin creer “a priori” y a al pie de la letra, a los políticos en campaña. Y será porque esto que estamos viviendo es una mala copia de otros momentos históricos: turnismo político, crisis económica y aumento de los nacionalismos radicales -véase como ejemplo de ello el recibimiento de unos energúmenos a María San Gil en la Universidad de Santiago o el intento de silenciar las voces que claman independencia mediante procedimientos poco democráticos, porque supongo que nadie negará que la ilegalización de partidos políticos por ser afines a ciertas ideas y no otras, es una clara negación de las libertades ganadas con la democracia: libertad de expresión, libertad de reunión y otras recogidas en la constitución-.
No estaría de más releer a nuestros intelectuales de la generación del 98 y/o los documentos que recogen las sesiones parlamentarias de la época. Aprenderíamos mucho y lo mejor: conoceríamos nuestro pasado reciente y podríamos evitar la repetición de errores.

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