Marca España

La olla express no es un invento español sino francés. Estas cosas hay que dejarlas claras después de un suceso trágico como el de Boston, no sea que empiecen a boicotear la marca España por aquellos lares. Las ollas usadas son de fabricante español, pero eso es otra cosa. Demuestra la fiabilidad de nuestros productos, que lo mismo te cocinan un pollo que se llenan de clavos y hacen una bomba rica, rica. Si no fuera por el tufo a ultraderecha antigubernamental que desprenden los hechos yo, si fuera el dueño de Fagor, ya habría encargado al Corte Inglés un par de trajes color butano para pasar unas largas vacaciones en Guantanamo. Los americanos son muy del pronto y pagan justos por pecadores, no hay más que ver cómo funciona el sistema judicial allí, tan del gusto de nuestro ministro Gallardón: el que puede pagarse la defensa no tiene problemas, pero ay del que no tenga posibles para pagar la carrera en Harvard a los hijos de su abogado. Aunque aquí siempre tendremos el recurso de tirar de agenda para que nos salga lo mejor posible la sentencia, como ha ocurrido con Isabel Pantoja, porque de otra forma no se explica que existan dos sentencias distintas para un mismo delito. Claro que la legítima de Julián Muñoz se lo llevó calentito más tiempo, pero para eso estaba casada como Dios manda; los jueces deberían apreciar estos detalles a la hora de emitir sus veredictos.

Se acerca la popular romería del Rocio y es de esperar que la ministra Báñez haga una visita a la Blanca Paloma para ver si hace el milagro del pan y los peces, que la gente anda revuelta con los escraches. Supongo que llevará consigo alguna que otra petición de sus compañeros de gobierno y partido: Soria le pedirá que se encuentre gas en alguno de los parques naturales en los que se está prospectando para practicar el fracking y Montoro solicitará la intervención del Pastorcillo Divino para que la renta de este año nos salga a todos a pagar; Rajoy y Cospedal habrán soltado incluso un par de euros para encender una vela en la basílica a cambio de que a Bárcenas lo atropelle un taxi a la salida de su casa, que en la capital van como locos; Ana Botella rogará por los juegos olímpicos, por Madrid y por su marido, que iría muy guapo de abanderado español con una camiseta de lycra ajustadita a los abdominales. Por que baje el paro no pedirá ninguno, porque gracias a la movilidad exterior, lo que antes se conocía vulgarmente como ir a la vendimia, el problema se acabará por si solo: no va a quedar aquí nadie en edad de trabajar, vamos a ser un país de pensionistas, políticos y sus familiares enchufados, concursantes de reality shows, croupiers de Eurovegas y ninis.

La marca España sigue su camino fulgurante hacia el estrellato, cual mitológica representación alada -esta vez con piezas fabricadas por CASA/EADS con cera y plumas de las buenas- surcando los cielos que otrora dominara Iberia. Mientras, el minotauro sale arrastrado por las mulillas en la Maestranza y Teseo, vestido de luces por Victorio y Lucchino, recibe su premio anual entre sevillanas y vino fino en una caseta del Real. En un rincón, entre gambas y jamón de pata negra, el lobby de Autoridad Portuaria  convence a quienes aún se muestran reticentes a las bondades del dragado del Guadalquivir, pese a los informes negativos de los enemigos del progreso. Un político thatcheriano chistoso, embriagado por los aromas del rebujito, se pregunta en voz alta: ¿Para qué quieren casas teniendo casetas?

La concurrencia le ríe la chanza, mientras los camareros y el personal de la cocina de la caseta dudan entre mear todos en el marisco que servirán a esos hijos de puta o saltar la barra cuchillo jamonero en mano y no dejar títere con cabeza, emulando a los madrileños del goyesco cuadro del 2 de mayo.


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