Los españoles somos gente honrada
Viendo el panorama social y político español se hace evidente que la gente del hampa viene siendo la más honrada del país. Al menos, los delincuentes son eso mismo, delincuentes; no se esconden detrás de partidos políticos, ni leyes que los amparen en su labor para que puedan ejercer su carrera dentro de los límites de la impunidad. Somos un país de putas, puteros, drogadictos socialmente aceptados o no, corruptos, aspirantes a dar el pelotazo, enchufados, borrachos, fiesteros, ignorantes del cumplimiento de la ley; acatamos la autoridad siempre que ésta esté bien provista de persuasión (una buena vara de fresno vale como ejemplo, aunque una barra de hierro o una cuadrilla de pistoleros sea la evolución lógica de esta ilógica situación). Claro que hay un grupo de selectos autoproclamados elegidos para defender la honradez del país y dirigir la regeneración del mismo, aunque nadie está libre de pecado para tirar la primera piedra.
Me fio más de cualquier drogadicto enganchado, un atracador de bancos, o una prostituta de rotonda, que de cualquier político o figura presuntamente eminente. Detesto a aquellos que controlan la opinión pública a través de una labia verborrea, escribiendo artículos de opinión pusilánimes y partidistas. Todo el mundo tiene un precio, mayor cuanto más incomodos resultan al poder. Los que no se venden tienen que lidiar con la enfermedad del descontento, viendo como advenedizos sin autoridad moral van subiendo peldaños en la pirámide social, viendo como personas sin más formación que un curso intensivo de "edredoning" se transforman en personajes de la vida pública. Y no voy a hablar de los que dedican su vida a la investigación a cambio de contratos basura, becas insuficientes, y carencia de medios permanente.
La suerte que tienen es que el pueblo de este país, sometido desde hace siglos a monarquías absolutas y al imperio del fanatismo religioso, es un pueblo de gran paciencia. E incluyo a todos los que viven dentro de las fronteras geográficas, que no políticas, de esta tierra, arañando honradamente una forma de ganarse la vida. Años de vasallaje y cortesanos arrastrados tienen estas consecuencias. Los años de creernos hidalgos salvapatrias y raza de conquistadores nos han dejado una marca indeleble, una conciencia de estar destinados a marcar la diferencia que hemos dejado aparcada desde nuestra forzada integración en la OTAN, la UE, etc. Lo peor es que la paciencia tiene un límite, y si bien somos por lo general gente pacífica, cuando nos tocan los huevos somos capaces de arramblar con lo divino y lo humano, hoz-garrote-fusil-piedra en mano.
Los españoles somos gente honrada, no lo olvidemos cuando juzguemos los delitos cometidos por supuestos representantes de la mayoría, ni cuando vayamos a votar. Los que vayan, claro, porque a mi no me verán en un colegio electoral mientras no exista un sistema electoral que garantice la representatividad de todos/as los ciudadanos y que nos considere ciudadanos, no súbditos.
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