¿Oleoducto?



Es cuanto menos curioso como se confunden términos cuando se trata de la industria petrolera. Hay ignorantes que, al escuchar hablar de proyectos como el de una refinería, ven al instante un crecimiento económico parejo; es el "efecto Texas", que se caracteriza por un ansia ilimitada de ganancias fáciles que se apodera de los habitantes de la zona de ubicación del proyecto. Todos piensan que la refinería será la solución a todos los problemas socioeconómicos del entorno inmediato, sin reparar en los peligros potenciales de una industria altamente contaminante. Cuando el proyecto incluye el trazado de un oleoducto, todas las poblaciones por las que se plantea el recorrido del mismo sufren el mismo efecto. Los propietarios de los terrenos se frotan las manos ante el beneficio que les reportará la tubería por la que el oro negro llegará a su destino de procesado. Los políticos locales y regionales se alinean con el pretendido progreso que conlleva un proyecto de tal magnitud, tachando a los conservacionistas medioambientales de obstáculos para el desarrollo; quejumbrosos plañideros que se dedican a torpedear cualquier iniciativa beneficiosa para la economía local con la excusa de proteger aves, roedores y otros especímenes amenazados.Nadie, salvo los citados abraza-árboles, abre la boca para analizar y sopesar los efectos perniciosos que cualquier accidente en las instalaciones industriales proyectadas podría ocasionar en el entorno natural sobre el cual se asentará.

Todo este panorama se amplia ostensiblemente cuando se plantea un proyecto de tal magnitud en las inmediaciones de uno de los parques naturales más amenazados de la Península Ibérica, digamos Doñana, por ser un conjunto de humedales rodeado de núcleos poblacionales -estables o estacionarios- en franca expansión.

La noticia no debería ser que un proyecto de refinería-oleoducto empiece a perder defensores, mas el definitivo abandono de tamaño desatino.

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