Turnismo económico y político

Parece que seguiremos mucho tiempo, gracias a la ley electoral y a la tendencia natural del país a la polarización y los extremos, con un sistema político basado en el bipartidismo. Nada nuevo bajo el sol. No tenemos más que echar la vista atrás en la historia reciente de España para reconocer, en la Restauración Borbónica de la segunda mitad del s. XIX, rasgos característicos que se repiten en el actual sistema de alternancia en el poder de partidos meramente diferentes en forma, no en contenido. Más de un siglo después, gracias a la evolución histórica natural, el rey simplemente es una figura aglutinante del sentido de patria y estado para la mayoría confusa que iguala los conceptos República e Izquierda; no tiene parte en el reparto de periodos de gobierno entre PP y PSOE. 

La tendencia, ya citada, de la población llamada a la urnas, a bascular entre conservadurismo y progreso -desde un punto de vista estético y de formas, repito, más que programático- nos mantiene en un juego peligroso, en el cual la sociedad ha dejado de interesarse por la política. Es el efecto perverso de los escándalos de corrupción que salpican a ambas formaciones políticas, e incluso a otras que arañan parcelas de poder a nivel autonómico o municipal: el ciudadano se encuentra en la tesitura de elegir entre ladrones al que será el designado para seguir expoliando desde la poltrona. Preocupante es también la falta de recambios en las generaciones de políticos. Los jóvenes que acceden a cargos de importancia, lo hacen con esquemas mentales heredados de los cuadros dirigentes, incapacitados ante la patada hacia delante para proponer cambios o alternativas a lo establecido. Es el problema del poder, que corrompe a quien lo ostenta, destruyendo pensamientos e ideales; el sentido de estado, que dirían algunos, se impone al interés común del pueblo. Una interpretación malévola del "Todo para el Pueblo, pero sin el Pueblo".

La crisis económica no ha hecho más que agravar la situación, dado que la mayoría piensa que el cambio en la titularidad del gobierno será la clave para una recuperación segura del estatus alcanzado durante la bonanza de los años del boom de la construcción. Nada más alejado de la realidad, sobre todo porque seguirá existiendo la necesidad de una renovación a nivel moral y ético que nadie parece estar dispuesto a liderar; volvemos a equivocar conceptos: la honradez se considera como elemento accesorio, si no prescindible por obligación, para medrar en negocios, política, sociedad, etc. 

Nadie se atreve a proponer alternativas a un sistema que ha demostrado ser nefasto, salvo para los que llevaron al sistema financiero a la bancarrota -salvados por dinero público, a cambio de mantener abierto el grifo de la liquidez para sostener el endeudamiento del ciudadano, algo que no han cumplido con la desfachatez del que se sabe dueño y señor- que no se cortan en proclamar que en plena crisis han tenido beneficios desorbitados.

Triste perspectiva, sobre todo a a sabiendas de que en otros países se empieza a salir de la depresión económica volviendo a seguir el camino de migas de pan dejado por los especuladores internacionales. Volveremos a repetir los errores del pasado, disfrutando de la recuperación y abrazando de nuevo las políticas neoliberales que sustentan el mercado global. Mientras, en los rincones oscuros del sistema, se empezarán a sentar las bases de una nueva crisis.




Comentarios

  1. Una posible manera de combatir (los efectos de) el bipartidismo desde dentro del sistema: llevarlo al extremo: http://www.c3c.es/pana.htm

    saludos

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