La selección española Campeona de Europa!
Durante todo el día hizo un calor endiablado. Sólo en la playa, remojando el cuerpo de vez en cuando e hidratándose continuamente, alternando tinto de verano y cerveza, se podía soportar el bochorno. Se podía oler en el aire un aroma extraño, desconocido en los domingos de playa. La gente esperaba que llegase la hora de marchar a casa, algo raro en un domingo seguido del maldito lunes, pero estaba justificado: la selección española se jugaba la copa de Europa frente a Alemania.
A las seis de la tarde empezó el exodo de familias enteras de vuelta a casa, a situarse frente al televisor para ver el partido del siglo. Las calles empezaron a quedarse vacias a eso de las ocho y media, recorridas tan sólo por unos cuantos rezagados que se apresuraban a llegar a sus casas o a cualquier lugar con televisión.
Empezó el partido y todos contuvimos la respiración, pensando en nuestros adentros que cabía la posibilidad de que los alemanes nos quitaran la ansiada copa; que, después de todo estabamos acostumbrados a perder en el último momento y no había que extralimitarse en la ilusión.
Pero empezaron a jugar como en la semifinal con Rusia y se vió u derroche de buen fútbol. Llegó el "niño" Torres y con una jugada maestra marcó un gol que no hizo olvidar todos los malos momentos pasados, todas las decepciones en campeonatos del mundo, en eurocopas, en cuartos de final que se iban por un penalty.
Cuando el arbitro pitó el final del encuentro, toda España se levantó de un salto y gritó al unísono: ¡Campeones!
La sensación fue indescriptible: en pueblos y ciudades la gente se echó a la calle a celebrar una victoria deportiva que tiene más significado de revancha contra la historia que otra cosa. Por fin dejamos de ser la España "negra" de nuestro pasado y empezamos a mirar el futuro con esperanza, a pesar de la crisis económica. Si un país puede unirse para dar apoyo a una selección de fútbol, ¿cómo no vamos a ser capaces de unirnos para mejorar nuestra calidad de vida. Que tomen nota nuestros dirigentes y sean capaces de darnos un sueño al que dirigir nuestros esfuerzos.
Como dijeron del Cid Campeador: "Qué buen vasallo si tuviera buen señor".
Pdta: Y yo, asimilado al ambiente, me voy convirtiendo en un gaditano hecho y derecho, poco a poco, entre aromas de sal pegada al cuerpo y melodias de carnaval.
A las seis de la tarde empezó el exodo de familias enteras de vuelta a casa, a situarse frente al televisor para ver el partido del siglo. Las calles empezaron a quedarse vacias a eso de las ocho y media, recorridas tan sólo por unos cuantos rezagados que se apresuraban a llegar a sus casas o a cualquier lugar con televisión.
Empezó el partido y todos contuvimos la respiración, pensando en nuestros adentros que cabía la posibilidad de que los alemanes nos quitaran la ansiada copa; que, después de todo estabamos acostumbrados a perder en el último momento y no había que extralimitarse en la ilusión.
Pero empezaron a jugar como en la semifinal con Rusia y se vió u derroche de buen fútbol. Llegó el "niño" Torres y con una jugada maestra marcó un gol que no hizo olvidar todos los malos momentos pasados, todas las decepciones en campeonatos del mundo, en eurocopas, en cuartos de final que se iban por un penalty.
Cuando el arbitro pitó el final del encuentro, toda España se levantó de un salto y gritó al unísono: ¡Campeones!
La sensación fue indescriptible: en pueblos y ciudades la gente se echó a la calle a celebrar una victoria deportiva que tiene más significado de revancha contra la historia que otra cosa. Por fin dejamos de ser la España "negra" de nuestro pasado y empezamos a mirar el futuro con esperanza, a pesar de la crisis económica. Si un país puede unirse para dar apoyo a una selección de fútbol, ¿cómo no vamos a ser capaces de unirnos para mejorar nuestra calidad de vida. Que tomen nota nuestros dirigentes y sean capaces de darnos un sueño al que dirigir nuestros esfuerzos.
Como dijeron del Cid Campeador: "Qué buen vasallo si tuviera buen señor".
Pdta: Y yo, asimilado al ambiente, me voy convirtiendo en un gaditano hecho y derecho, poco a poco, entre aromas de sal pegada al cuerpo y melodias de carnaval.
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