El boxeo y la amistad
"El boxeador se siente el más sólo del mundo, pues cuando sales a pelear te sacan hasta el banquillo".
Oscar "Ringo" Bonavena.
"Cuando se gana todo es muy fácil. Es en la derrota donde hay que demostrar las cosas".
Floyd Patterson
Qué puedo decir sobre el boxeo que no se haya dicho ya.
Yo nunca fui amante del deporte en general, aunque siempre me sentí atraído por el pugilismo como expresión máxima de la superación personal y el sacrificio para llegar a una meta. El boxeador tiene la fama de ser un deportista solitario, huraño, descontrolado; un trozo de carne con el cerebro derretido por los golpes. Es tanta la literatura y el cine que se ha escrito sobre el tema -de Cortazar a Scorsese-que nos lo hemos creído todos, creando la figura del boxeador maldito, cual héroe mitológico griego, que se enfrenta a base de golpes al contrario como representación alegórica de todo a lo que debe enfrentarse un hombre en su vida para considerarse precisamente eso: un hombre. El boxeador es un hombre contra el mundo y así, no en vano se ha escogido a los púgiles para ser abanderados de ideas, razas, culturas-, se enfrenta con inteligencia y agilidad a los golpes que ésta da constantemente, saliendo victorioso o derrotado pero con la seguridad de haber luchado sin descanso contra el destino humano. No es por los golpes del ring por lo que hay tantos boxeadores "sonados", como diría el campeón gaditano Kid Betún, es por los golpes que te da la vida a traición, como si un arbitro comprado te robara la pelea en el último asalto. Eso es lo que deja tocado, la incomprensión de aquellos que ven el boxeo como una amenaza a su sociedad de fachadas blanqueadas y patios traseros llenos de inmundicia, de aquellos que no tienen agallas para salir a luchar y usan métodos sibilinos y maquiavélicos, rizando el rizo de la maldad; de aquellos que dicen que el boxeo es violencia y lo intentan prohibir mientras mandan bombardear ciudades indefensas llenas de niños, ancianos y mujeres con napalm.
El boxeo es sinceridad y respeto; también amistad, y voy a explicar por qué: Yo nunca he sido un hombre de muchos amigos, pero los pocos que tengo están ahí siempre que se les necesita, a pesar de la distancia: en Don Benito, en Dos Hermanas; en Madrid, en Liverpool, en Edimburgo, en Raleigh NC, etc. Eso es para mi un amigo, alguien que me aprecia y quiere aunque no me vea cada día. Ese alguien que ha estado, está y estará conmigo en los momentos más importantes de mi vida: en los alegres, en los luctuosos, en los agridulces; en los momentos bajos, en los éxitos y los fracasos.
Siempre había envidiado a mi padre por tener un amigo de la "mili", aunque no llegara a entender del todo su significado sabía que debía ser algo importante para que durase tanto tiempo en forma de amistad incondicional. Ahora ya tengo un amigo de la "mili" -aunque yo haya sido objetor de conciencia-, mi querido amigo Javier Heredia.
Javier es mi entrenador y maestro, además, en la noble ciencia del boxeo. Me acepta como soy, a pesar de mi pusilánime forma de boxear -no soy capaz de golpear fuerte a mi contrario; me da miedo hacer daño-, que no es más que reflejo de mi personalidad.
He encontrado un amigo de verdad en el boxeo y, nada más que por eso, ya debo al deporte de los guantes el máximo respeto. Ahora sé, volviendo al principio, a esas dos citas geniales sobre el boxeo, que nunca más estaré solo, ni en el ring, ni el la derrota, ni en la vida.
(Ilustración: Paul Pope, en su comic 100%)
Yo nunca fui amante del deporte en general, aunque siempre me sentí atraído por el pugilismo como expresión máxima de la superación personal y el sacrificio para llegar a una meta. El boxeador tiene la fama de ser un deportista solitario, huraño, descontrolado; un trozo de carne con el cerebro derretido por los golpes. Es tanta la literatura y el cine que se ha escrito sobre el tema -de Cortazar a Scorsese-que nos lo hemos creído todos, creando la figura del boxeador maldito, cual héroe mitológico griego, que se enfrenta a base de golpes al contrario como representación alegórica de todo a lo que debe enfrentarse un hombre en su vida para considerarse precisamente eso: un hombre. El boxeador es un hombre contra el mundo y así, no en vano se ha escogido a los púgiles para ser abanderados de ideas, razas, culturas-, se enfrenta con inteligencia y agilidad a los golpes que ésta da constantemente, saliendo victorioso o derrotado pero con la seguridad de haber luchado sin descanso contra el destino humano. No es por los golpes del ring por lo que hay tantos boxeadores "sonados", como diría el campeón gaditano Kid Betún, es por los golpes que te da la vida a traición, como si un arbitro comprado te robara la pelea en el último asalto. Eso es lo que deja tocado, la incomprensión de aquellos que ven el boxeo como una amenaza a su sociedad de fachadas blanqueadas y patios traseros llenos de inmundicia, de aquellos que no tienen agallas para salir a luchar y usan métodos sibilinos y maquiavélicos, rizando el rizo de la maldad; de aquellos que dicen que el boxeo es violencia y lo intentan prohibir mientras mandan bombardear ciudades indefensas llenas de niños, ancianos y mujeres con napalm.
El boxeo es sinceridad y respeto; también amistad, y voy a explicar por qué: Yo nunca he sido un hombre de muchos amigos, pero los pocos que tengo están ahí siempre que se les necesita, a pesar de la distancia: en Don Benito, en Dos Hermanas; en Madrid, en Liverpool, en Edimburgo, en Raleigh NC, etc. Eso es para mi un amigo, alguien que me aprecia y quiere aunque no me vea cada día. Ese alguien que ha estado, está y estará conmigo en los momentos más importantes de mi vida: en los alegres, en los luctuosos, en los agridulces; en los momentos bajos, en los éxitos y los fracasos.
Siempre había envidiado a mi padre por tener un amigo de la "mili", aunque no llegara a entender del todo su significado sabía que debía ser algo importante para que durase tanto tiempo en forma de amistad incondicional. Ahora ya tengo un amigo de la "mili" -aunque yo haya sido objetor de conciencia-, mi querido amigo Javier Heredia.
Javier es mi entrenador y maestro, además, en la noble ciencia del boxeo. Me acepta como soy, a pesar de mi pusilánime forma de boxear -no soy capaz de golpear fuerte a mi contrario; me da miedo hacer daño-, que no es más que reflejo de mi personalidad.
He encontrado un amigo de verdad en el boxeo y, nada más que por eso, ya debo al deporte de los guantes el máximo respeto. Ahora sé, volviendo al principio, a esas dos citas geniales sobre el boxeo, que nunca más estaré solo, ni en el ring, ni el la derrota, ni en la vida.
(Ilustración: Paul Pope, en su comic 100%)
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