Vivir sin escribir
Tengo la cabeza llena de personajes que he ido creando a lo largo de mi vida. Unos nacen de personas del mundo real que me han causado una honda impresión y por ello estimo conveniente que queden para la posteridad, convertidos en seres hechos de literatura; otros son fruto de mi imaginación, de mis sueños. Quizás por eso, estos últimos, van y vienen del limbo creativo a mis pensamientos, creciendo según experimento cosas nuevas o haciéndose más y más diminutos hasta desaparecer del mismo modo que surgieron.
Cada día escribo en una pequeña libreta frases que sé me servirán más adelante para crear mundos imaginarios. No se hacer otra cosa para desterrar el desasosiego que me embarga: escribir es lo único que da sentido a mi vida, y a la vez es una condena, porque para escribir tengo que retirarme al interior de mi mente, hacer introspección en un mundo superficial y egoísta en el cual la realidad se confunde con la ficción.
Cada día escribo en una pequeña libreta frases que sé me servirán más adelante para crear mundos imaginarios. No se hacer otra cosa para desterrar el desasosiego que me embarga: escribir es lo único que da sentido a mi vida, y a la vez es una condena, porque para escribir tengo que retirarme al interior de mi mente, hacer introspección en un mundo superficial y egoísta en el cual la realidad se confunde con la ficción.
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