Aún no lo olvido.

Aún no olvido el rostro cerúleo de mi abuela entre el acolchado del ataúd. Aún noto en mis labios el frío contacto de su piel, cuando la besé en la frente, duro y seco cual estatua de mármol. Aún no olvido su última mirada y su bendición, la noche antes de morir, cuando me abrazó débilmente y me dijo que me quería.
Mi vida ha cambiado mucho: ahora soy más consciente del valor que tiene la vida y me doy cuenta de que hay que intentar vivir sin preocupaciones, sin dejar que el "stress" nos gane la batalla diaria, sin permitir que las cosas mundanas nos arrastren a la desesperación y al miedo. Hay que vivir sin miedo, porque el miedo puede matar, una vez que se agarra al alma y la tortura constantemente hiere de muerte las ganas de vivir. Hay que vivir sin miedo, aunque estos tiempos sean inciertos.

Comentarios

Entradas populares