Cómo ser emprendedor en la "industria cultural" y no quedarte tieso en el intento...
La Audiencia Provincial revoca la sentencia sobre la Torre de Poniente
Creo que no es la primera vez que traigo el tema a este blog, pero es que el tema se está convirtiendo en una serie con temporadas, a cada cual peor según avanza la trama argumental, así que comenzaré este post con el consabido "Previously in Cómo ser emprendedor en la "industria cultural" y no morir en el intento".
El emprendedor Germán Garbarino, gerente de MonumentosAlaVista, que tuvo los redaños de meterse en el mundo de la gestión del Patrimonio Cultural de una ciudad que se conforma con vivir de las migajas del turismo de cruceros -no quedan tan lejos los tiempos de los desaparecidos pimpis- y del visitante de sol y playa, vuelve a enfrentarse al Obispado de Cádiz a cuenta de la explotación de la Torre de Poniente. Pero la cosa no es tan sencilla como quieren hacerla ver. No se cuenta, por ejemplo, cómo fue el mencionado emprendedor el que convirtió una de las torres de la Catedral Nueva de Cádiz en un monumento digno de visitar. Hasta que se hizo con la concesión, la que es ahora excelente atalaya para disfrutar de las vistas del casco histórico de Cádiz no era más que otro elemento olvidado y abandonado a su suerte por el Cabildo de la catedral, ajeno a cualquier posibilidad de disfrute por parte de propios y extraños. Habría que ver el estado en que se encuentra la otra torre de la fachada del templo mayor en comparación con la que es objeto de litigio. Probablemente será un trastero lleno de polvo y telarañas, tal y como se encontró Garbarino la que ahora visitan los turistas y que consiguió hacer un atractivo para el foráneo que acude a Cádiz para disfrutar del Patrimonio Cultural de la ciudad más vieja de Occidente.
Vista desde la Torre de Poniente. Acrílico sobre tabla. Colección del autor. © RMT 2012
Es la política del Obispado de Cádiz en lo referente al patrimonio histórico artístico cuya titularidad ostenta: laisser faire et laisser passer, pero si encontramos alguien que invierta en revalorizar lo que tenemos, lo dejamos que se gaste el dinero y, si tiene éxito la empresa, ya veremos cómo hacemos que vuelva a nuestras manos para sacar beneficio. Lo mismo que sucede con el yacimiento Casa del Obispo, abierto al público por MonumentosAlaVista después de una inversión millonaria y que consiguió el Premio Europa Nostra de Patrimonio Cultural en 2006. Me consta que se ha intentado, visto el buen resultado, que la cesión a la empresa de Garbarino fuera invalidada para que volviera a ser moneda de cambio para quienes sólo ven en el Patrimonio Cultural un interés económico o un rédito político; los mismos, por cierto, que se llevan las manos a la cabeza cuando es un emprendedor el que lo encuentra tras muchos esfuerzos y zancadillas.
Es de mérito reconocible que todavía haya quien se quiera dedicar a la gestión del Patrimonio Cultural en estas circunstancias y en una ciudad que mira para otro lado mientras no se toque el Carnaval. Menos mal que Garbarino tiene aguante para rato y sabe lo que se hace. Yo, a pesar de mis 15 años de experiencia en el sector y de lo aprendido en el máster acerca del espacio de negociación y consenso, hubiera tirado ya hace tiempo de recortada o albaceteña. Claro que por eso tengo papeles de loco, aunque ustedes me lean aquí tan aparentemente cuerdo a ratos.
(1) Eso cuando no se aprovechan del acuerdo con la Junta de Andalucía* para que sean las instituciones las que corran con los gastos de rehabilitación de su patrimonio con la excusa manida de que es de todos, como ha pasado con el Oratorio de San Felipe Neri, recientemente restaurado con fondos públicos (8 millones de euros) con ocasión de la efemérides constitucional. El edificio anexo, dedicado a centro de interpretación de la Constitución de 1812, estará durante 30 años en manos de la Junta a cambio del desembolso realizado para las obras. La verdad es que la gestión es impecable: cedes un edificio que te iba a costar dinero mantener a cambio de que te lo dejen como nuevo, de paso te arreglan el templo -que seguirá en manos del Obispado, claro, a pesar de la falta de interés por su conservación hasta que llegó el momento de poner la mano- y treinta años después, como los mosqueteros de Dumas, el patrimonio enajenado temporalmente vuelve a ser de la Iglesia. No se pueden quejar en Hospital de Mujeres, la verdad. Es lo que tiene de ventajoso tener en nómina a un Rochefort leguleyo sin principios ni palabra. Como dijo Reagan de Noriega: es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta.
* Convenio sobre Patrimonio Cultural, 11 de diciembre de 1985. BOJA, 16 de mayo de 1986.
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