Berlín, años 30 - 2ª parte
Parece que lo de Grecia va camino de convertirse en algo más que una anécdota política basada en el aprovechamiento del descontento popular. No hace mucho tiempo sucedió algo similar en el país desde el cual se marcan las condiciones de la economía griega. Mismo descontento a partir de una situación económica precaria junto a los efectos del cambio de era: de un imperio a un país; una guerra perdida y unas humillantes condiciones impuestas por los vencedores a los vencidos. Sucede lo mismo ahora, sino que la guerra perdida pertenece a un plano económico y no bélico. De eso se aprovecha el partido ultraderechista griego para aparecer como salvador de las clases desfavorecidas, mientras sean griegos de pura cepa, aunque eso sea una falacia neo-nacionalista.
En Inglaterra, a todos los que tenemos pelo color carbón y piel oscura, nos llaman genéricamente "diegos", en una particular adaptación del dicho "una faccia, una razza". Da igual que seas portugués, español, griego, italiano o turco; lo mismo que aquí denominamos "guiri" a cualquier rostro pálido con lengua de trapo y afición desmedida por la cerveza caliente.
Generalizar es muy de fascistas, como lo es buscar enemigos a los que echar las culpas de una situación que se sabe generada por la estúpida manía de querer ser europeos como si sólo hubiese una manera de serlo. Si hubiéramos optado por una unión de países mediterráneos frente a la incorporación en la existente, mayormente de países del norte -a excepción de Italia que, no se si por añoranza de cuando eran una colonia del Imperio Austrohúngaro, hogar de papas todopoderosos y cortijo de los Borbones, desde su establecimiento como país, ha querido pertenecer al club de los bonitos-, otro gallo nos hubiera cantado.
Ahora, lo que vemos en Grecia es sólo la punta del iceberg. El sistema es eficaz cuando se dan las condiciones necesarias: se sustituye al estado para crear una red de asistencia que, a cambio, pide tu adhesión al partido. Mientras haya fondos para sostener la impostura, la red seguirá creciendo hasta ser capaz de facilitar la toma del poder por las urnas, lo que daría a la ideología ultraderechista el marchamo democrático necesario para que fueran recibido como iguales por los demás dirigentes políticos europeos. Parece mejor que un golpe de estado, pero sólo en apariencia. Lo peor es la indiferencia con la que se está viendo todo esto, ajenos al parecer a la posibilidad de que el ejemplo cunda por todo el sur de Europa.
Nada nuevo bajo el sol, aunque para saber eso hay que tener conocimientos del pasado, de ese pasado que se han empeñado en olvidar buscando un futuro que, al menos por ahora, parece condenado a esperar tiempos mejores.
Comentarios
Publicar un comentario