La hidra
Es gracioso ver cómo entran al trapo todos los débiles mentales con esto de los recortes de Rajoy, evidentemente previsibles a pesar de las falacias electoralistas, como si no se hubieran empezado a producir durante la legislatura anterior. No terminamos de comprender la realidad política de este país, la palpable mueca de sorna y burla que el turnismo programado por las élites económicas de la nación muestra -eso sí, en círculos reducidos-, en cada cita con las urnas.
Lo que tenemos es un sistema que, estableciendo un símil mitológico, se estructura como la Hidra de Lerna: vemos sólo sus múltiples cabezas, cada una diferente pero con el mismo propósito perverso de seguir alimentando el cuerpo al que pertenecen por naturaleza. Se pueden cortar cuando es necesario -nadie es imprescindible para la política de Estado-, para dar sensación de cambio, pero al momento surge otra dispuesta a continuar la labor de su predecesora cercenada por un quítame allá una prevaricación o una financiación ilegal.
Mientras no entendamos que los poderes ocultos que rigen nuestros destinos son los mismos que las innumerables revoluciones históricas han ido fortaleciendo con la algarabía ficticia de su derrocamiento, no podremos enfrentar la lucha de forma efectiva; seguiremos estando condenados a perder. El mayor logro del neoliberalismo no ha sido acabar con el comunismo como sistema económico antagonista, sino hacer creer a una inmensa mayoría que no hay más salida que dejarse embaucar por las mieles del capitalismo.
Mientras algunos que todavía sueñan con otro mundo posible y luchan contra las cabezas, la hidra sigue engordando de cuellos para abajo, gestando ya las testas que regenerarán las que se pierdan en una batalla que se antoja interminable.
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