Heil, Pericles!

Ando muy mosqueado. No sólo veo cómo un partido neonazi -como es natural, siendo arqueólogo, los odio-, se alza con 21 escaños en el parlamento griego, sino que además compro un sacapuntas en un todo a euro y me sale malo; me ha estropeado al menos 3 lápices hasta que me he dado cuenta de que el problema era el afilador y no los afilados. Curiosamente ambos temas están íntimamente relacionados, metafóricamente hablando. El problema de Grecia no está en los votantes que han dado su confianza a la ultraderecha -en el caso de los lápices, aquellos que se quedan en mera mina y goma,  en lo mínimo que se despacha en lapiceros: tiene que haber de todo en la viña del Señor. Sin extremos no existiría el término medio, según la idea de los opuestos de Heráclito. El problema es que el sistema está tan viciado y corrupto que ya nadie confía en la cordura, cediendo a la locura inminente su parte en el caos reinante.

Por otro lado, intentando pasar de la realidad cotidiana me refugio en la lectura de un escrito de Hegel sobre la arquitectura, lo que me lleva a pensar en una cuestión interesante: ¿Cuánto tardó el ser humano en inventar el bar después de hacer lo propio con el hogar? Porque irse de casa, yéndose de caza como excusa, no podía ser muy creíble por mucho tiempo y algo pensarían los primitivos sapiens. ¿Existen restos arqueológicos de estos establecimientos? ¿Son las cuevas llenas de pinturas rupestres los bares de la prehistoria?

Voy a tomarme la medicación... Será lo mejor...

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