Carnaval desde mi ventana

Este año veo el carnaval desde mi ventana. El resfriado inicial, convertido en bronquitis expectorante, me ha dado fiebre, así que tengo que guardar cama para estar recuperado el martes. Al menos, esto de que mañana sea fiesta local en Cádiz me da un día más para recuperarme. Llevo sin poder fumar desde el jueves pero, a diferencia de lo que ocurriría en un caso semejante de abstinencia tabaquil estando sano, no estoy hecho un gigante verde mosqueado con el mundo. Ayuda bastante que la tos y los mocos, que inundan mi sistema respiratorio casi asfixiándome, no den tregua para que la adicción al cigarrillo se manifieste. Puede que esta sea mi oportunidad para dejar de fumar definitivamente o, al menos, convertir el vicio en algo circunscrito a las cuatro paredes de mi hogar en horas determinadas. Hacer del cigarrillo un porro, en previsión de posibles prohibiciones más tajantes sobre el vicio del humo, con la ventaja de que para pillar sólo tengo que ir a un estanco.

En estas estoy, manteniendo conversaciones con mi otro yo -el sano, el que se empeña en que me apunte al gimnasio cada mes de enero- sobre la conveniencia o no de dejar de pertenecer al club de sostenes del monopolio del Estado sobre las labores del tabaco; círculo selecto del que formo parte desde los 13 años, mientras observo desde mi ventana los tipos, o disfraces, que trae la gente este año. Ventajas de vivir en un lugar de paso para entrar en la fiesta del caos carnavalero que tiene lugar en el centro de Cádiz.

Veo muchos Luigi & Mario, entre una ingente representación de señores que optan por el disfraz, o no, de Mauricio Colmenero. También es popular el tipo de pirata del caribe, porque el pirata somalí no termina de calar. Muchas hadas de buen ver, algún Gollum, y muchos/as que van de orcos sin llevar disfraz siquiera. Abunda el tipo de cani "no tenía otra cosa a mano y me he puesto esto mismo", como es habitual.

En fin, que no me pierdo nada, porque eso ya lo he hecho yo cuando tenía edad de salir disfrazado a cogerme una borrachera épica, hace años. Lo que siento es no poder salir al carrusel de coros de hoy, con el buen disfraz que llevo de enfermo de EPOC...


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