9 años

Entró en el bar de carretera atravesando la cortina de canutillo multicolor como una oceánida asomada al balcón de espuma de las olas, grácil y eterea a la vez que efervescente y fresca. 

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Tenía la mirada de una loba dentro de un establo, sabedora de su superioridad natural, ladina y salvaje. Miró a los congregados y seleccionó a su presa de entre los más agraciados del rebaño, descartando a los de aspecto porcino, a los debiles de mente. 

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Por aquel entonces, mi vida era un papel de atrapar moscas, brillantemente iluminado por la luz de la lámpara del glamour de la que pendía, oscilante a ratos. Vivía dejando que todo lo que me rodeaba se quedara pegado en mi, devolviéndome emociones de otros años, de otros lugares lejanos; llenaba mis vacíos como quien llena un bolsillo que no sabe que está roto. 

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-Incluso yo me sorprendo cuando despierto y la veo allí, a mi lado, durmiendo plácidamente. Nunca pensé que existiera alguien que tuviera más paciencia conmigo que mi madre y mi padre. Llego a pensar, a veces, que es algo enfermizo. ¿Cómo puede haber alguien que sepa lo que pienso con sólo mirarme a los ojos?  

-Igual tiene poderes psíquicos...

-O igual es que siempre me pilla mirándole las tetas...

-Pues va a ser eso...