iPad
Bueno, ya salió el iPad de Apple. No entraré en detalles de especificaciones y demás porque supongo que, todo el que esté interesado en el nuevo juguete de los de Cupertino, se sabrá ya de memoria las características del gadget.
Aparentemente, se define como el eslabón perdido entre el iPhone/iPod y los netbook, con la ventaja de un precio competitivo frente a los tablet de otras marcas, así como la conveniencia de no tener que adquirir el modelo wifi con ningún operador de telefonía/internet. Del modelo con 3G no se sabe mucho al respecto, aunque se rumorea que, después de la nefasta gestión de Movistar con el iPhone, en España no estará ligado a la filial móvil de Telefónica.
Como dispositivo tiene todas las pocholadas que son habituales de Apple, pero yo echo de menos más capacidad de almacenamiento interno (64 GB, el modelo más caro), habida cuenta de que no dispone de puertos USB para disponer de memoria externa. La posibilidad que brinda el sistema operativo del iPhone, una vez pirateado el mismo -que es lo que harán con el iPad en breve-, de disponer de infinidad de aplicaciones es un plus para el cacharro. Supongo que, no obstante, se desarrollarán muchas más apps pensadas para el iPad que exploten su función como tablet.
Lo mejor: el precio. No es demasiado elevado como para convertirse en exclusivo para frikis de la manzanita, lo que ayudará sin duda a popularizar su uso al igual que ha sucedido con el iPod o el iPhone.
Yo, de momento, no pienso caer en la trampa, porque como dijo Buenafuente en su monologo sobre el iPad, "te compras el último modelo y cuando sales por la puerta, ya hay uno mejor". Personalmente, prefiero esperar a ver qué tal respira el invento antes de embarcarme en otro dispositivo táctil, esa revolución de la tecnología que, aunque nadie lo mencione, ha mejorado bastante la disposición de los usuarios de tal modo de interactuar con la informática a ejecutar cuidadosos prolegómenos de caricias y tocamientos en los previos del Saturday Night Sex.
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