Elecciones y playa...
Queda una semana exactamente para que cesen las hostilidades entre los dos partidos mayoritarios y, una vez terminada la carrera hacia la Moncloa, todos volverán a ser amiguitos y a compartir plenos y cafetería. Los políticos son todos iguales, quieren nuestro voto para estar ocupando sus poltronas con la excusa de la democracia. Una vez depositada la papeleta electoral, no hay marcha atrás, ni se puede pedir cuentas a los políticos convertidos en aforados. Cuatro años comiendo de la “olla grande” y luego, incluso de no ser elegidos, el resto de la vida resuelta. ya sea por serles devueltos los favores otorgados, ya por contactos conseguidos durante el mandato. Todos los políticos, a excepción de unos pocos que pertenecen a la “vieja guardia”, sacan beneficios de su participación en el juego de manos que es la democracia; un juego en el cual se engaña al pueblo para que, con su asistencia masiva a los colegios electorales, éste sea el que rubrique los actos de los elegidos para el poder para los cuatro años siguientes.
Debería de haber una ley en la que se estipulase que aquellos que fueran elegidos para un cargo político debieran ser ajusticiados nada más terminar su legislatura. Entonces no habría tantos políticos, estoy seguro.
La primavera ha llegado, sin avisar, aunque no hemos tenido invierno real este año, y las altas temperaturas han llevado a la gente a las playas.
Hoy fui a pasear por Cádiz, y después de un paseo por La Viña, me senté a degustar unas ortiguillas en Casa Juan, a orillas de la Caleta. Para mi sorpresa, me dicen que están prohibidas. tendré que preguntar por qué razón. Cambié a una ración de Pez Limón en adobo, con papas aliñadas y pimientos fritos, regado todo con cerveza fresquita. La Caleta estaba llena de familias, algunos con los niños ya en bañador, otros con los niños en ropa de calle, pero todos disfrutando del sol sobre la arena. Será que estoy obsesionado con los niños desde que soy tío, y se me ha despertado de nuevo el instinto paternal que creí muerto hace tiempo, o será mi imaginación, pero veo más niños chicos que nunca. ¿No estábamos en tasa de natalidad cero? Será en otras partes del país, porque aquí en Cádiz se han “jartao” de traer niños chillones al mundo para que llenen las playas y los parques. En fin, que almorcé con el murmullo continúo del griterío infantil. Gracias a los otros padres, se me calman las ganas de volver a engendrar una criatura. Gracias a los padres y a los noticiarios, que cada día dan más malas noticias. ¿Quién en su sano juicio puede traer niños a este mundo cruel y horrible?
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