La constante inconstancia
Nunca debí cambiar el nombre del blog. La Vida del Inconstante definía mejor no sólo el carácter heterogéneo del contenido, sino que además hubiera sido justificación evidente para la falta de actividad que, según la fecha de las últimas entradas, se hace palpable.
Cierto es que, desde que me vine a vivir a esta esquina noroccidental de Europa -porque sigue siendo Europa, a pesar del Brexit-, mi vida ha cambiado para hacerse más estable. Llevo ya casi diez años aquí y, como es inevitable cuando se alcanza cierta edad, ya tengo algunas rutinas que no puedo dejar de lado, más que nada por salud física y mental. Rutinas que se han incorporado al catálogo de vicios, manias y compulsiones que venían de serie, rutinas que me ayudan a compartimentar el día para hacerlo más llevadero. Sigo siendo un maniático de la limpieza del hogar, me sigo haciendo rizos en el pelo moviendo compulsivamente mechones con los dedos índice y medio hasta que parezco el actor secundario Bob; no he podido dejar de fumar, aunque un reciente intento estuvo a punto de fructificar -un mes sin fumar ni tener mono de tabaco-, pero volví a caer. Sigo tocando la guitarra a diario y ya creo que me sale medio bien una soleá, aunque se me resisten los palos festeros, más que nada porque tengo menos arte que un británico tocando palmas. Por supuesto, sigo devorando libros, tanto en castellano como en inglés, y de vez en cuando me atrevo a escribir algo, relatos cortos o poemas que nunca termino, como buen inconstante. En días alternos hago sombra para no perder la forma de mi limitado arte pugilístico, intento pintar algo con acuarela -bastante menos aparatoso que el óleo- y no dejo de jugar a la Euromillones; la esperanza es lo último que se pierde, a ver si un día de estos me toca lo suficiente como para volverme a Cádiz cual indiano.
A toda esta panoplia, he añadido el aprendizaje de solfeo y piano, la meditación mindfulness y ciertos ejercicios de calistenia, así como un paseo diario a la playa de Portobello.
La verdad es que, así enumeradas todas mis actividades, no se bien de dónde saco el tiempo, pero es cuestión de organizarse. Todo sea para no dejar espacio a la ansiedad que me acompaña desde hace ya casi veinte años.
Ahora he decidido volver a escribir en el blog, intentaré hacerlo a diario. Como decía Antonio Gala, ni un día sin una línea. Supongo que me quedarán pocos seguidores, pero esto es más que nada un espacio de liberación personal, sin otra intención que dejar fluir los pensamientos que me asaltan al despertar. Esperemos que mi constante inconstancia deje un resquicio para este ejercicio necesario a la vez que superfluo.
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