6 años después


Vuelvo a este blog, abandonado a su suerte desde que llegué a Edimburgo, con esta entrada titulada casi cual novela de Dumas.

Muchas cosas han cambiado desde aquel entonces. En tan sólo 6 vueltas de la tierra alrededor del sol, el mundo ha dado un vuelco, aunque se resiste aún al cambio que se impone lentamente como una realidad aplastante. La economía mundial vuelve a experimentar los estertores de muerte que vaticinan la caída del sistema imperante por los últimos siglos, un sistema basado en la explotación de los recursos naturales del planeta para el beneficio de unos pocos y la colaboración de otros muchos. El consumo como religión tiene sus días contados si se produce el cambio de mentalidad necesario para descubrir que, de seguir así, pronto no habrá nada que consumir. El problema es que nadie parece estar dispuesto a renunciar al beneficio propio para salvar el hogar colectivo. 

Con la crisis provocada por el virus de marras, la atención mediática se ha centrado en lo inmediato, en las consecuencias del COVID19, dejando de lado los problemas globales que se acumulan en la lista de cosas por hacer. No es nada nuevo. Las noticias en este mundo de prisas son efímeras, con una vida limitada a lo que tarda en saltar la más reciente, siempre presentada como la "última hora"; es como si los dinosaurios hubieran tenido noticiarios y de la"normalidad" de las noticias de enfrenteamientos entre carnívoros y herbívoros hubieran saltado a la de "meteorito se acerca peligrosamente a la tierra", tan sólo para continuar con sesudos reportajes preguntándose por la causa de la extinción masiva de la vida sobre la tierra. 

No es nada nuevo. Pensar en el futuro es algo que ha estado reservado por siglos tan sólo a las clases privilegiadas, a las que tenían patrimonio que legar a sus descendientes y de ahí la lógica preocupación sobre el porvenir. El resto de los mortales, o bien adormecidos por la religión y sus promesas de vida eterna, reencarnación o paraíso repleto de vírgenes, tenía bastante con creer a pies juntillas que lo que le esperaba era algo más que el pudridero y sobrevivir mientras a los padecimientos terrenales. Tras el levantamiento de los confinamientos por el Coronavirus, la prioridad ha sido de nuevo retomar la actividad económica sin pensar con detenimiento en lo que los recientes acontecimientos nos han dejado entrever: sin un cambio del sistema hacia un desarrollo sostenible no saldremos del círculo vicioso en el que llevamos milenios. 

No he sido nunca una persona positiva, la verdad sea dicha, pero tras años de esfuerzo, había conseguido mantenerme a prudente distancia del fatalismo. Sin embargo, viendo lo que estoy viendo, me temo que tenemos un largo camino por recorrer y que sin duda terminará al borde del precipicio. Será tiempo entonces de actuar de urgencia, pero no está muy claro si estaremos preparados para ello por mucha tecnología que tengamos a nuestra disposición; todo lo más seremos capaces de enviar a unos pocos fuera del planeta moribundo en busca de otro hogar donde continuar la esta carrera hacia el absurdo que es la historia de la humanidad.

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