Halloween
Cada año por estas fechas surgen los mismos chascarrillos acerca de la invasión cultural que supone la celebración de esta fiesta importada de los EE.UU. Es cierto que se populariza de mano de las influencias recibidas a través del cine y la televisión, medios que sirven a los norteamericanos como excelentes soportes publicitarios de sus modos de vida, pero también su aceptación surge de la capacidad de las nuevas generaciones para asimilar cuanto de diversión pueda ofrecer una celebración de este tipo. Si en lugar de ser un motivo de fiesta temática, Halloween consistiese en arrancarse las uñas con alicates, la aceptación popular hubiera sido bastante menor, por no afirmar que nula. Lo que está fuera de lugar es, en un mundo actual globalizado -nos guste o no- en el cual hemos sido engullidos por la cultura del imperio, señalar esta nueva costumbre como una americanada. El resto del año vamos al cine a ver blockbusters de Hollywood y vestimos jeans a diario; nos desayunamos con cereales en copos, donuts y zumo de naranja; usamos iPads, iPods, iPhones; vivimos en ciudades cada vez más dispersas en las que es imprescindible utilizar el coche para desplazarse; incluso tenemos un sistema político en el cual, sea el partido que sea el que gobierne, al final los jodidos somos los ciudadanos, etc. Pero lo más gracioso es escuchar las críticas a la celebración, que ha sustituido a la -en la mayoría del país- anteriormente silente noche de víspera de Todos los Santos, desde formatos informativos o de entretenimiento copiados al detalle de los creados en EE.UU. Supongo que la globalización lo tiene fácil con una especie como la nuestra, bastante hecha a la alienación voluntaria, organizada en células donde cada individuo debe sentirse aceptado como parte de un colectivo que, a su vez, se integran en grupúsculos mayores hasta alcanzar una escala mundial. Curiosamente, algo tan significativo para el pensamiento comunista como era la preponderancia del bienestar colectivo sobre el individual, ha terminado siendo parte fundamental del capitalismo salvaje: sólo que el colectivo es ahora dinamizador de los mercados y el consumo en masa.
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