Una serie de catastróficas desdichas
Ayer cometí el error de ver uno de esos documentales del Canal Historia en los que desarrollan los potenciales problemas a los que nos enfrentaremos en las próximas décadas.* Y digo error porque en mi estado actual, de nuevo con el tratamiento antidepresivo, no es demasiado aconsejable dar la cara a tamañas profecías, especialmente si son planteadas por expertos científicos sobre argumentos sólidos y probados.
No es ningún secreto que estamos esquilmando los recursos naturales del planeta a un ritmo que no podrá sostenerse mucho más allá de los próximos 50 años. Tampoco hay que ser muy listo para darse cuenta de que el sistema económico mundial está en el comienzo de una crisis que lo llevará al colapso, por muchos reajustes que se pretendan imponer para mantenerlo con vida. Lo definieron muy bien en el documental cuando afirmaron que no se puede salir de una crisis de crédito con más crédito. La situación actual es, al nivel del ciudadano medio, idéntica a lo que ocurre cuando se recurre a las tarjetas de crédito o a los prestamos personales para poder llegar a fin de mes. La deuda se incrementa exponencialmente, los gastos deben reducirse a lo esencial para poder hacer frente al pago mensual de la misma; el consumo cae por la falta de liquidez, hasta que vuelve a ser imprescindible acudir a nuevos prestamos para poder adquirir productos básicos. Básicos que ya no son tan sólo los referentes a vivienda y alimentación, sino también gastos de consumo de energía -cada vez más cara-, y de combustibles -necesarios para los desplazamientos que el urbanismo disperso, provocado por la carestía del suelo para construir y la especulación, han generado.
Más grave resulta la certeza de que no estamos teniendo en cuenta el recurso fundamental para la vida en el planeta que habitamos: el agua. Los acuíferos naturales se van agotando, mientras el innegable cambio climático está redistribuyendo los indices de precipitación que hasta ahora eran la base de los climas del planeta. Por no hablar del uso que industrias como la de las bebidas refrescantes hacen del agua: para fabricar un litro de uno de los refrescos más famosos y consumidos del mundo hacen falta 2,7 litros de agua potable. Esto ha sido denunciado ya por comunidades afectadas por la construcción de fábricas para tal efecto en lugares que disponían de recursos hídricos y que, ahora, han visto como desaparecían de la noche a la mañana.**
Tampoco es despreciable el impacto que tendrá el denominado pick-oil, el momento en el cual el petróleo empezará a ser un producto escaso, y como tal, según las leyes actuales de mercado, mucho más caro que ahora. Y no digamos cuando se termine la supremacía de los países productores de Oriente Medio, hasta ahora bendecidos con una lluvia de petrodólares que, si bien acaparados por las clases dirigentes, van manteniendo la cohesión social gracias a sistemas feudales.
Se avecinan cambios de importancia. Es el final del sueño del estado del bienestar y el comienzo de un nuevo estado, en el cual deberemos dar importancia primordial a la consecución de un sistema más justo y equitativo de reparto de los recursos.
Acojonado estoy, depresión aparte...
Comentarios
Publicar un comentario