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Viendo lo que está sucediendo en Inglaterra, no puedo dejar de pensar en lo fácil que sería cambiar el injusto sistema actual de reparto de la riqueza de existir un frente común frente al poder establecido. La pena es que se gaste tanta energía para crear el caos incontrolado. Seguro que ninguno de esos energúmenos que se están dedicando a saquear tiendas, incendiar edificios, y robarse unos a otros, ha pensado que sería más productivo atacar las lujosas sedes de los bancos y multinacionales que han llevado a la economía mundial a la bancarrota. Es el efecto de las nefastas políticas educativas de los últimos años, encaminadas a crear individuos sin conciencia de clase ni sentimiento de pertenencia a colectivo alguno. Políticas que han sustituido el valor del pensamiento crítico por el valor del rápido enriquecimiento material, dejando de lado cualquier consideración ética. También es el efecto de la caída de los regímenes comunistas, tan corruptos y viciados como los capitalistas, que en su declinar arrastraron las ideas teóricas tras la que se escudaban para cometer sus desmanes genocidas. Occidente decidió entonces emprender la carrera hacia el neoliberalismo salvaje que pretendía llevar más allá de lo sensato los principios básicos del colonialismo económico acaparador, con la inesperada ayuda del gigante asiático de la incoherencia: una China comunista convertida en defensora de los mercados. Ver para creer.
Lo peor es que no se vislumbra un horizonte de cambio a corto plazo. Seguimos empeñados en ver esta crisis como un capítulo más de la inevitable marcha de la historia, y no como una oportunidad de replantear los parámetros sobre los que se desarrolló esta civilización que está dando sus últimos coletazos cual pez fuera del agua. Esta falta de perspectivas de mejora es lo que va a provocar que cada vez sean más frecuentes los conatos de subversión de las clases populares, ávidas de cualquier excusa que los lance a la calle a coger por la fuerza todo aquello que no pueden permitirse comprar. Y esto está sucediendo en un país con una más que aceptable cobertura social, a pesar de los recortes planteados por el gobierno para afrontar la crisis económica; no quiero ni pensar qué ocurriría en un país como España en un caso similar, cuando hay miles de familias que no llegan a final de mes ni cobrando el paro.
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