¡Huelga general, SÍ! Pero...

Creo que es la primera vez que pretendo secundar una huelga general, pero no porque lo hayan propuesto los vendidos sindicatos mayoritarios para lavar sus caretos fariseos, después de años de chupar de la teta de las prebendas otorgadas a cambio de su connivencia con un sistema que nos ha llevado a la actual crisis.  Tampoco porque piense que va a a servir para algo, porque obviamente el decretazo no lo echa ya para atrás ni Dios que venga a ponerse al frente de la pancarta cabeza de manifestación en Madrid. Tampoco para plantear mi descontento con el gobierno actual, ya que las crisis no son casuales sino cíclicas. Cualquiera que eche un vistazo atrás a la historia sabe que la economía fluctúa entre alzas y bajas.

Voy a secundar la huelga general porque hay que plantar cara a todos esos señores que no han sabido dar solución a una crisis anunciada desde que comenzó la bonanza mal entendida del sector de la construcción. Caímos en la trampa más antigua del sistema para hacerse fuerte: extender el supuesto estado del bienestar sobre las premisas equivocadas del "tanto tienes, tanto vales", entendiendo la posesión de bienes materiales (coche del año, casa familiar con hipoteca, casa de veraneo con hipoteca, tarjetas de crédito Visa Oro con bufos imposibles, vacaciones de ensueño a cómodos plazos) como fuente de progreso en detrimento de la Educación, la Ética y el desarrollo de la Ciencia y el Conocimiento.

¿Qué exijo con mi participación en esta huelga general? Fácil: exijo que se de marcha atrás en la destrucción del territorio con la masiva urbanización incontrolada. Exijo que los políticos dejen de cobrar sueldos desorbitantes a la vez que se enriquecen con la prevaricación y el clientelismo. Exijo que la política deje de ser una profesión lucrativa. Exijo una democracia real, basada en la pluralidad de ideas reflejadas en el ámbito de los partidos políticos y en el recuento simple de votos. Exijo que la vivienda, la Cultura, la Educación, y los demás derechos fundamentales, sean bienes a los que puedan acceder TODOS los ciudadanos, independientemente de su posicionamiento ideológico, religión, estatus social, color de piel, orientación sexual. Exijo que se planteen soluciones globales a problemas globales, y no continuas discusiones partidistas acerca de hechos contrastados científicamente. Exijo que el Estado no de un euro más a ninguna religión, para conseguir la laicidad del país frente al fanatismo basado en la fe. La religión como derecho a ejercer en el ámbito privado. Exijo el derecho a elegir al Jefe del Estado de entre hombres libres, y no tener que aguantar a un Rey que fue nombrado por un dictador. Exijo libertad de expresión para TODOS los ideales, así como cumplimiento de penas proporcionales a los delitos cometidos; que se acabe la desigualdad del ciudadano frente a una Ley que favorece al poderoso y denigra al débil. Exijo que morir no cueste dinero, porque me da más miedo morirme y dejar una roncha a los que se quedan que a la muerte en si. Exijo un reparto más equitativo de la riqueza mundial y un desarme global. Exijo poder emprender un camino común que nos lleve a respetar la Tierra y sus recursos naturales. Exijo el derecho a ser diferente, física y mentalmente, sin tener que seguir a la mayoría del rebaño sometiendo el cuerpo a los dictados de la moda mediante caras operaciones de cirugía estética; la mente sometida al imperio de la opinión pública. Etcétera, etcétera, etcétera.

Supongo que me dejo cosas en el tintero, pero para eso somos casi 50 millones de ciudadanos, independientemente de nacionalidades históricas o inventadas, para que cada uno exija lo que quiere en total libertad. Votar democráticamente nos garantiza el derecho al pataleo al menos. 


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