Momias
Croe que ya llegó el verano, aparentemente; porque uno ya no sabe qué pensar con el calentamiento global y el cambio climático. Pero debe ser así, porque ya se empiezan a ver cuerpos dorados por el sol, escotes generosos que alegran la vista, y guachisnais con sandalias y calcetines blancos dando vueltas por la plaza de la Catedral, más perdidos que el pelo del culo de un apache.
Aprovechando el cambio de estación, y una de esas pajareras que se me montan en la cabeza de vez en cuando, me he dado un rapadito. Entre el poco pelo y el canijazo que llevo en lo alto, desde que mi estómago decidió reducir su tamaño y no permitirme comer más allá de lo que necesito exclusivamente para ir tirando, parezco una momia egipcia. Y no ha sido casual el extremo de la comparación, ya que he estado atendiendo un curso de antropología y paleopatología en el que he tenido ocasión de ver una ingente cantidad de fotos de individuos amojamados. Curiosamente, uno de los factores que favorecen la momificación natural de un cadáver es la falta de alimentos en el sistema digestivo, la falta de líquido en el cuerpo y otros factores ambientales, así que no descarto estar convirtiéndome en una momia en vida. No estaría mal. Nunca había pensado en momias vivas, que no son más que vampiros de segunda mano, a mi parecer. Son muertos que no están muertos, pero que no tienen pelas para ir a la última moda gótica como las hijas de Zapatero. Aunque habrá excepciones, como la de la vicepresidenta, que es momia seguro, pero que siempre va a la última.
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