Hablar es fácil con la mente vacía
Desde que empezó la crisis económica y terminó la bonanza de la arqueología profesional/de gestión/comercial (aún no está claro qué termino se adapta más a lo que a la práctica de la disciplina en el mercado libre se refiere) son muchas las voces que se han alzado para entonar un mea culpa colectivo. Parece que ahora todos somos culpables de la destrucción del Patrimonio Arqueológico, desde las administraciones a los auxiliares de arqueología, habiendo padecido una especie de enfermedad que nos obligó a perseguir el lucro por encima de todas las demás consideraciones. Se plantea la necesidad de un cambio en la forma en la cual la arqueología española se debe estructurar, todo para que sea compatible con una mejor gestión de los recursos culturales.
El problema es que no todos permanecimos callados durante el tiempo de las vacas gordas, algunos de nosotros nos enfrentamos a promotores, administración indolente, técnicos incompetentes, colegas impresentables, llegando a perder nuestros trabajos, amistades, e incluso parte de nuestra salud mental durante el proceso. No quisiera ser visto cómo un mártir, porque para mártires los cristianos, pero tampoco como parte de un problema que no causé: desde el momento en el cual desarrollé mi labor como arqueólogo con el mayor celo y profesionalidad, negándome a ejecutar ciertas ordenes/sugerencias/resoluciones administrativas, documentando mi intervención más allá de lo exigido, trabajando en las memorias e informes sin reparar en el tiempo ni el dinero (inexistente para esta parte de la labor profesional), me niego a permitir que se me incluya en la patulea de sinvergüenzas que hicieron dinero con la arqueología, por pensamiento, falta u omisión. Tanto es así que, cada vez que no he compartido la visión mayoritaria acerca de cómo se ejerce la disciplina, siempre preferí marcharme a donde al menos la preocupación por el Patrimonio Arqueológico fuera más general y sincera. Muchos pensarán que es la opción cobarde, pero supongo que la lucha la deben seguir los que puedan aguantar sin pagar hipoteca, respaldados económicamente por terceras personas, seguros en una plaza ganada por oposición o similares. Yo, personalmente, tras cerca de quince años viendo prosperar a quienes miran para otro lado mientras las excavadoras se llevan por delante restos arqueológicos, prefiero hacer mutis por el foro y disfrutar lo que me quede de profesión en el campo, metido en el barro.
Tampoco es que la situación sea mucho mejor donde estoy actualmente, pero al menos se trabaja dentro de un esquema planificado; se paga algo mejor a los arqueólogos (aunque aún no como se debiera) y se puede vivir errante de un proyecto a otro, con acomodación y kilometraje pagados. Aquí también hay quejas acerca de la situación profesional, también hay instituciones inservibles que dicen estar para mejorar la misma; también hay empresas y profesionales que no hacen bien su trabajo, desunión y excesiva palabrería y poca acción directa, etc. La diferencia es que, si no tienes trabajo de arqueólogo, siempre puedes encontrar otra ocupación para ganarte la vida, de una u otra forma.
Tengo la certeza, por otra parte, que detrás vienen nuevas generaciones que seguirán luchando por mejorar la arqueología, así que me quedo tranquilo en ese aspecto. Espero que puedan con el anquilosado sistema sin caer en la utopia insostenible de una arqueología pagada con fondos públicos exclusivamente. Visto lo visto, terminarían excavando aquellos con familiares o amigos en las esferas políticas, cualquiera que fuese el signo político del gobierno de turno.
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