Reflexiones primaverales

Hace tiempo que no escribo nada en esta ventana al mundo que es mi blog. No es sólo porque esté realmente ocupado con el máster -las pajas mentales a las que me veo obligado a claudicar, deambulando por los vericuetos del estudio del Patrimonio Cultural, no me dejan muchas neuronas disponibles para otras dispersiones pretendidamente intelectuales-, sino además por una falta total de interés en lo que a mi alrededor se desarrolla. Lo bueno de tener algo que hacer es que el resto del tiempo se dedica exclusivamente al sueño, a la frugal provisión de alimentos que ayuden al sustento de la mente trabajadora; a algún que otro placer fugaz de índole sexual, a los compromisos ineludibles de la condición de animal social, etc. Desde que empezó el fragor de trabajos a entregar, el estudio y la lectura concienzuda de textos pseudo-filosóficos sobre estética, valores, criterios de intervención y demás zarandajas pretenciosas, no me rebajo a pensar sobre el rumbo que está tomando el momento histórico que me ha tocado vivir. De vez en cuando me permito un rato de descanso mental, la televisión encendida con cualquier programa distendido en pantalla, y me llegan ecos del ascenso de la extrema derecha en Francia;  de las monterías internacionales de nuestro campechano monarca, de la imparable acumulación de nombres en las listas de asesinadas por violencia de género; de las matanzas en Siria. En fin, toda la detritus acostumbrada, no por ello menos deleznable, a figurar en los titulares diarios de los informativos. Menos mal que sólo son ecos lejanos que interrumpen mi adormecimiento gradual al son de diálogos en series de moda o películas clásicas, porque así no llegan a penetrar en mi conciencia como antaño, cuando estaba pendiente del estado del mundo.

La ignorancia da la felicidad, sin duda, pero es mejor la ignorancia por exceso de conocimientos fútiles e improductivos. Total, si no cuento para nada en esta sociedad en declive, al menos que ella tampoco cuente para nada en mi vida.