El Coño de la Bernarda
Parece ser que el segundo puente de Cádiz, el que se iba a bautizar con el nombre popular por el que se conoce la Constitución de 1812 -La Pepa-, no estará terminado hasta 2014 por lo menos. Yo propondría un nombre más ajustado a la realidad: Puente El Coño de la Bernarda.
Se trata de una obra desproporcionada para la realidad de una ciudad que pierde población de forma irremisible, no sólo por la falta de suelo para construir -lo que provoca que los precios, a pesar de haber experimentado un descenso tras la crisis del mercado inmobiliario nacional, se mantengan fuera del alcance de la mayoría de los gaditanos-, sino por la escasez de oportunidades laborales de Cádiz.
En lo que afecta al paisaje de la Bahía, es una obra de dimensiones grotescas que resta encanto al mismo. La altura de la estructura, motivada por la necesidad de facilitar el paso de embarcaciones hacia los astilleros de Puerto Real o San Fernando, resulta una "Torre Pelli" más que añadir a otros horrores perpetrados en el entorno.
El coste de la faraónica obra podría haberse destinado a mejorar las comunicaciones entre las poblaciones de la Bahía por vía marítima, tejiendo una más eficaz red de transporte sobre la Bahía que ayudaría a evitar el colapso del tráfico de vehículos. Incluso se podría haber diseñado un sistema de alternancia entre transportes con la construcción de aparcamientos en puntos estratégicos de acceso a la ciudad que fomentara el uso de alternativas más sostenibles para acceder a la urbe.
Cádiz, que sin duda debe aceptar su condición de potencia en lo que a oferta turística se refiere, no sólo de sol y playa, sino además de abundantes recursos en Patrimonio Cultural, no puede permitirse el lujo de alterar su carácter de ciudad media con tamaños desatinos. Más tráfico supone un empeoramiento de la calidad de vida de los ciudadanos, no una mejora.
Ahora todos se echan las culpas de los retrasos en la terminación del puente, pero nadie se para a pensar en los errores de planeamiento que han permitido comenzar la obra. Los motivos eminentemente políticos, carentes de sentido más allá de los supuestos réditos electorales, han vuelto a marcar de forma permanente el futuro de una ciudad que va perdiendo su atractivo con cada nueva obra, pretendidamente moderna, que altera su fisonomía.
Lo dicho: El Coño de la Bernarda.
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