Elecciones, otra vez...

Vuelven las promesas al ruedo ibérico. El bipartidismo a turnos, copiado del siglo XIX, vuelve a poner la zanahoria en el palo para guiar a un pueblo hastiado de la política. Deberíamos estar informados al detalle del transcurso de las dos últimas legislaturas para comprender hasta qué punto ambos partidos mayoritarios han sido cómplices de reformas que han perjudicado seriamente al conjunto de la población española. Pero es mejor dar detalles, muchos detalles, de cómo va la Liga de fútbol; llenar las televisiones de gente famosa que vive del cuento, de parasitos sociales que viven ajenos a las privaciones de los trabajadores y parados.

Lo más sorprendente es el alto grado de presunta credibilidad que recuperan los políticos en los mítines. Un magnifico trabajo el de los asesores de imagen y los directores de campaña electoral. Se vuelve a la demagogia, al sostén de las ideologías que han permanecido ocultas tras la preocupación primordial de quedar bien con los amigos europeos y los mercados. Y la gente aplaude sin pensar, sin caer en la cuenta de que sus votos serán usados a voluntad para pactar tras las elecciones, sin tener en cuenta al electorado que ha vuelto a jugar su papel para hacer funcionar la maquina democrática, votantes que vuelven a convertirse en cachivaches a guardar en los armarios hasta dentro de cuatro años más.

La crisis económica que nos aflige seguirá su curso después del día 20. Los factores que la provocaron seguirán ahí, su devenir será más una apuesta incierta que un camino determinado por unas políticas u otras. La globalización es lo que tiene, al igual que el neoliberalismo. No nos damos cuenta de que, para dar soluciones al problema actual y a los que sin duda nos esperan en el siglo XXI -que afectarán también globalmente al mundo en que vivimos-, se necesitan planteamientos geográficos de más amplitud que las áreas de influencia económica, política, cultural, etc.

Triste aquel que no invente futuros posibles.

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